31 de agosto de 2009

'Terapia intensiva', de Karina Sacerdote


Anteayer sabado se presentó en Buenos Aires el poemario “Terapia intensiva” de la poeta Karina Sacerdote. Terapia intensiva es uno de los más interesantes poemarios que he tenido entre mis manos y no por ser nuevo en el panorama de las letras en español deja de ser viejo por el cierto sabor a trabajo bien hecho al que nos tiene acostumbrado la poeta que firma cada uno de los versos que se van a leer en el libro. Karina Sacerdote sabe decir y sabe que cada palabra dice aquello que el poema exige; pero el decir poético no es vano, se trata de comprender que el ars poética de nuestra autora es un medio adecuado de calibrar la calidad humana que lleva dentro la escritora que descubrí como lector en 2006; es la posibilidad de tener un “compromiso estético con la Humanidad”, como dice la española Ana Merino, y la Humanidad completa está en cada ritmo poético de Karina Sacerdote. Terapia intensiva tiene el tono azul que el decir confiere a cada palabra de este poemario.

24 de agosto de 2009

'La vocación suspendida', de Lauren Mendinueta


Lauren Mendinueta es una de las mejores voces poéticas actuales en lengua castellana. Ahora, su último poemario, “La vocación suspendida”, tiene una nueva edición en Hispanoamérica. El poeta Jon Juaristi prologó la edición española, del que os brindo los siguientes fragmentos.

Sorprende, en efecto, la economía de la metáfora en la poesía de Lauren. Como en el caso de otros poetas colombianos (y pienso, ante todo, en el gran Álvaro Mutis), la huida del barroquismo y, en general, de la oscuridad conceptual propiciada por un siglo de vanguardismo y experimentación, denota, según intuyo, un parentesco estrecho con la poesía cultivada a este lado del Atlántico por las últimas generaciones españolas, influidas, desde los años cincuenta, por los maestros del modernismo inglés (Eliot, Auden, Larkin), y hostiles, por tanto, a la desmesurada retórica de las corrientes rupturales que medraron en Latinoamérica desde los años de esplendor del surrealismo. En Lauren Mendinueta, las metáforas se limitan a las mínimas necesarias para mantener en funcionamiento un dispositivo de introspección puesto al servicio de la reconstrucción literaria del sentimiento amoroso, todo ello conseguido con una sorprendente eficacia psicológica que facilita en el lector la identificación y el reconocimiento. Los varios efectos del amor, toda la gama desplegada en la famosa enumeración del soneto de Lope, están presentes en esta poesía escueta, caracterizada por dos experiencias fundamentales: la ausencia y la esperanza.

La vocación suspendida es un poemario orgánico, cerrado, completo: una teoría del “dolorido sentir”, tensa hasta el desgarramiento y, a la vez, contenida. Lo suficientemente contenida como para permitir una lectura analítica y serena, que no es poca virtud y maestría. Lauren Mendinueta se revela aquí como una de las voces más individualizadas de su generación. Una voz extraordinariamente madura, dueña de sus recursos, que ha sabido edificar una tradición a su medida, sin dejarse dominar por ella, sometiéndola a lo que debiera ser el proyecto de todo poeta auténtico: la creación de un personaje dotado de una vida moral autónoma. En la obra de esta joven autora latinoamericana, con una evidente vocación universal –no ya suspendida, sino activada por su residencia lisboeta-, se encuentran algunas de las claves de lo que será la mejor lírica del siglo XXI, en el que la poesía renueva su vigencia ancestral. El Premio de Poesía “Martín García Ramos” se honra con su presencia en la nómina de los galardonados con una distinción que Lauren ha contribuido decisivamente a acreditar en ambas orillas del Atlántico, donde nuestra lengua común mantiene su prestigio merecido de ser materia, cauce y albergue de una de las literaturas mayores de la humanidad.

4 de agosto de 2009

La nueva novísima poesía española


Es literariamente normal que en cada época de la Historia surjan nuevos movimientos literarios y, por analogía, nuevos nombres que actúan como agentes de esas letras. Por tanto, en el género de la poesía esa obviedad es consustancial al paso del tiempo. El trabajo de los críticos, a partir de ahí, es establecer los parámetros y la estética que impera en cada momento y, como argumento exegético, establecer una teoría de la nueva literatura, de la nueva poesía. Esa tarea crítica es compleja y muy polémica, puesto que los puntos de vista entre los propios críticos siempre van a resultar diferentes en función del método de investigación empleado, de los nombres escogidos y de las lecturas y los textos seleccionados. La poesía del siglo XXI no está en crisis, como se viene diciendo desde hace algunos años, y se ha reafirmado en nuevos nombres que nacieron para el género en la pasada década de 1990 y que se han desarrollado literariamente desde entonces. Del mismo modo ha sido y es complejo establecer una teoría generacional sobre la nueva poesía, fundamentalmente por dos motivos: que el poeta nunca es consciente o consecuente de pertenecer a un determinado grupo literario, independientemente de su relación directa o mediática con otros coetáneos y porque en la estética actual hay parámetros similares entre poetas (léase la denominada Generación Poética del 2000) pero al mismo tiempo hay rasgos estéticos muy particulares de los poetas que dificultan cerrar una nómina unificada y estática como pudieron ser antaño la de 1927 o la de 1936. No me deshago de lo estudiado ni de lo escrito con anterioridad ni me contradigo, simplemente sostengo que la teoría estética sobre la nueva poesía española que he intentado establecer requiere de nuevos estudios, de nuevas lecturas y de que el paso del tiempo configure una poesía más amplia cuantitativamente y, siguiendo la inercia actual, cualitativamente. Aún queda un tomo de la Historia de la Literatura Española actual por escribir y todos somos agentes y partícipes en ello.





Como profesor de literatura y como crítico literario; ambas actividades complejas pero complementarias, he intentado realizar un estudio abierto, vívido, sobre la poesía actual, partiendo originariamente de la lectura, en los años noventa, de la poesía de Ana Merino y de Yolanda Castaño; poetas a las que descubrí por casualidad en los anaqueles de ciertas librerías madrileñas, coexistiendo con los nuevos novísimos de los años setenta y otros poetas posteriores. Creo que hay parámetros suficientes para hablar filológicamente de la Generación del 2000, pero también considero que debe pasar un cierto tiempo (alrededor de unos diez o quince años más) para poder configurar una teoría de la estética actual y un canon que acompañe los datos teóricos que el crítico proporcione a la Historia de la Literatura Española contemporánea. Añadida a todo ello irá siempre la crítica hacia el crítico por parte de los demás profesores y estudiosos de la poesía del siglo XXI.

Hay que reconocer que si bien Internet ha sido un medio de comunicación esencial para la transmisión de la nueva novísima poesía y de algunos de los estudios sobre los poetas actuales, también ha sido foco de censuras hacia ciertos poetas, ciertos críticos y, sobre todo, hacia ciertos estudios, añadiendo a ello el poco significativo intelectualismo que hay en las censuras anónimas. La realidad lingüística española, en la que conviven poetas en varias lenguas (castellano, catalán, gallego y eusquera), enriquece sin duda el panorama poético actual. Más allá incluso de poesía novísima podríamos hablar de una poesía más intelectual que convive en un mismo poeta que escribe en dos lenguas vivas y que, por tanto, llega al lector en su lengua vernácula. Las críticas que establecen que ciertas poetas que se han estudiado con anterioridad no deberían formar parte de los cánones por el principio de la realidad lingüística me parecen considerablemente integristas y poco realistas. Un conjunto amplio de poetas de ambos lados del Océano Atlántico que escriben hoy con temas de hoy y en la realidad de hoy, no puede obviar, por ejemplo, las voces poéticas de Yolanda Castaño o de Izaskun Gracia si en algún momento construyen un poema o un poemario en gallego o en vasco. Si nos ciñéramos a esos estudios, sin duda partidarios y parciales (y que existen en toda intelectualidad, impulse la lengua que impulse), deberíamos así mismo eliminar de los estudios de enseñanza media y universitarios los epígrafes y marbetes de “literatura en otras lenguas peninsulares” o “literatura española en otras lenguas peninsulares” o, incluso, obviar la poesía hispanoamericana que recoge términos lingüísticos precolombinos y que forman parte de la cultura popular de aquellos países. Lo más importante para la teoría literaria de la poesía española actual no es el politiqueo, sino la fijación de una estética y de un canon en función de la realidad social que envuelve a los poetas.

Hay estéticas realmente singulares en la razón de ser de la poesía española actual y esta es una opinión personal que sé es discutible, pero que se cimenta en lecturas propias, reiteradas y a veces paralelas que me llevan a considerar que hay poemas y poemarios necesarios en la nueva poesía, no todos de un mismo poeta y no todos de una misma temática. En los poemarios de Ana Merino (Madrid, 1971) hay un conglomerado de temas y de recursos literarios indiscutiblemente necesarios en el estudio de la nueva poesía e incluso la concesión a su poemario Preparativos para un viaje del Premio Adonáis 1994 marca un hito generacional (tenía 23 años cuando obtuvo el galardón) en la poesía española posterior a la muerte del general Francisco Franco. Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977) constituye un excelente ejemplo de poeta bilingüe y, al mismo tiempo, rica en temas y parámetros estéticos, además de que ha sido evidente y consecuente su evolución desde la década pasada hasta nuestros días. Otros tres nombres acompañan aquellas lecturas iniciales respaldando la percepción teórica de la nueva poesía en detrimento de la lectura únicamente lúdica o personalista (asintiendo que esta última nunca ha existido con la banalidad que el término empleado expresa): Gracia Iglesias (Madrid, 1977), Lauren Mendinueta (Barranquilla, 1977) y Karina Sacerdote (Buenos Aires, 1971). No en vano pecaría de injusta la argumentación, sesgada, imprecisa y escasa si no se acompañaran las citadas poetas de Estíbaliz Espinosa, Izaskun Gracia, Ana Gorría, Vanesa Pérez-Sauquillo, Carmen Jodra, Juana Roggero, Marta López Vilar y Carmen Camacho, por ejemplo, entre una larga nómina que podría fácilmente llegar a incluir una cincuentena larga de poetas de ambos lados del Océano Atlántico.


¿Existe pues una renovación de la poesía española contemporánea? Sin lugar a dudas existe y el planteamiento anterior da cuenta inicial de ello.