26 de octubre de 2011

A Usted, señorita




Es y será imposible mientras habites el silencio, el escurridizo deseo de burlar la verdad y la vida. Ese silencio instante que ya no se produce; esas noches de hastío entre la necesidad de encontrarnos y de huirnos. Es y será imposible todo esto, pese a lo mucho que mutuamente nos queremos. Es una opción arriesgada; un juego de cartas fatal en el únicamente nos vale el todo o nada. Hace tiempo que he querido huir de ti, irremediablemente; esos envenenamientos que me llegan, que me dicen que salga huyendo allí donde el aire me lleve, allí donde cada instante, pese a tu recuerdo, sea lejano. Y no, cuanto más te busco más me huyes y cuando la paz me domina te me vienes como enjambre y me pides ruido. No sé si de verdad te quiero o no, es difícil saberlo en ti, pero a nadie he dado tanto, óyelo, a nadie. Sólo o a vos o a la nada.

Te viniste a mí tan de repente que apenas pude digerirte. Me costó decir ‘te quiero’. Y del mismo modo te me largas, sin recuerdo ni rastro ni sonido alguno que me valga. Fuiste tú la única persona a la que mostré algún sentimiento que ahora pienso guardar hasta el final, sin que nadie ya lo conozca. Tú y tu divino verbo; tú, y tus labios eternos. Tú, esa tormenta helada.

No podrá ni el tiempo ni el sonido ni el silencio ni el desdén. A cada paso irás conmigo y yo iré contigo. Nunca pasan las cosas por nada, como aquel día que vi todo aquello que eres tú, sonrisa alada y memoria y emoción y sinsentido. Tú y yo y nada.

A Usted, de nuevo y siempre.

24 de octubre de 2011

"Camisetas verdes: defensa de la Educación"




España es un país que adolece de muchos defectos, muchos de ellos de siglos. No obstante, tiene algo encomiable: el sistema público educativo y el sistema público sanitario. Ahora, en 2011, ambos sistemas se ven en retroceso por aquello que se viene a denominar ‘recortes’ y que no son más que argumentos para poner en peligro la calidad de la enseñanza y, a medio plazo, harán que los logros que hemos de obtener estén mucho más lejanos.

Yo no defiendo la Educación Pública porque me lo pidan los sindicatos, tampoco respondo a consignas políticas; no soy sospechoso de antisistema ni pertenezco a grupo alguno que no esté dentro de la legislación vigente. Eso sí, siempre he estudiado en instituciones públicas hasta leer mi Tesis Doctoral. Y siempre he sido docente en centros públicos, a excepción de una estadía en 2002 en un College norteamericano. Al contrario que los asesores políticos, yo tengo por costumbre pensar por mí mismo: hasta el momento nadie me ha tenido que imponer posición alguna en casi ningún aspecto cotidiano.

Tampoco con esto pretendo ni quiero mover el voto de nadie en las próximas elecciones: allá cada cual con su conciencia electoral. Pero de lo que sí que voy a hablar es de la Educación Pública, que considero un pilar básico e importante de la sociedad española.

En España, desde Isabel II -habrá que recordar a Claudio Moyano- el objetivo social es que todo los niños del país estudien, y para ello era imprescindible institucionalizar la Educación, que pasa por la igualdad: es decir, que todos estudien en las mismas condiciones con las mismas oportunidades y, por ello, habrá que poner los medios al alcance de todos, colegios y profesores también. Durante la monarquía de Alfonso XIII los gobiernos liberales intentaron que parte del monopolio educativo que estaba en manos de instituciones religiosas cesase para ser el Estado el depositario de la Educación. Se creó, por tanto, el Ministerio de Instrucción Pública. Durante la II República se invirtió en la formación del profesorado, intentado que la capacitación de los docentes permitiera una educación más sólida. Por evolución social, bajo la dictadura se crean un gran número de colegios e institutos, se dispara el número de matriculados en las universidades -y de becas- y se crea la ley de 1970 que hablaba de la EGB y el BUP y el COU. Más tarde, con la democracia, al ministro Maravall, socialista, le hicieron una huelga enorme que permitió equiparar el salario del docente. Ahora, dicen los reinos de taifas que son las regiones, tocan los recortes.

Y dice esto de los recortes gente que -confesado en entrevistas- llevan a sus hijos a centros educativos privados, que merecen todo mi respeto en cuanto a libertad de elección pero que, entiendo yo, al ser centros privados está de más que una comunidad autónoma los subvencione. En este sentido, si se requiere que sea así, El Corte Inglés tendrá derecho a subvención pública, y el Real Madrid, y REPSOL. ¿O en una economía de mercado no puede intervenir el Estado en lo privado? Sigo reflexionando, por mí mismo.

Algunos periodistas faranduleros; esto es, aquellos que estudian para luego hacer méritos que los encumbren a los puestos políticos que les apetezca, salen a decir varias perlas como que sin interinos la calidad de enseñanza está garantizada, que los profesores en España no vestimos acorde o que el bilingüismo en España sólo existe en institutos de la Comunidad de Madrid. La respuesta es obvia: el interino es el que garantiza estabilidad metodológica, la vestimenta -basta verla- está en consonancia con cómo visten otros docentes europeos y bilingüismo, que yo sepa, ni es invento de la Comunidad de Madrid ni está desarrollado sólo allí: Andalucía, Castilla-La Mancha, Navarra, etc.

La Educación es una inversión, no un gasto. O como dijo aquel: si no haces colegios hoy, deberás hacer cárceles mañana. Los profesionales de la Educación Pública están titulados y capacitados pedagógicamente; han pasado una o varias oposiciones importantes; dedican más de 37,5 horas semanales a la docencia y formación permanente; gestionan un entramado educativo de calidad, con atenciones a la diversidad, etc., y han dado grandes beneficios a la sociedad. ¿O es que no resulta que los más importantes científicos e intelectuales españoles provienen de la Educación Pública? Y el futuro es la Educación Pública.

No pueden venir a gestionar y a decir lo que se dice quienes no conocen el sistema público educativo; quienes no escuchan a los profesores; quienes tampoco han entendido el sistema educativo privado norteamericano -en el que trabajé y no está organizado como se piensan- y quienes no han pisado en los últimos años los centros públicos españoles.

No, no me gustan esos recortes. Se está yendo demasiado lejos y hay que rectificar mediante negociación. Porque el cinturón no se lo aprietan nuestros próceres: sueldazos de más de 3000 euros, con su VISA y el móvil pagados por las instituciones regionales. Calculo que hacen falta, en tiempos de crisis, unos 50 millones de euros para pagar sueldos de quienes nos piden que nos apretemos el cinturón, que quienes han de educar o atender sanitariamente se queden en casa -si son interinos- que ellos invertirán en asuntos tan poco razonables como gastos de representación y protocolo.

15 de octubre de 2011

"La chica que habla en la noche"



Yo siempre he pasado desapercibido. Yo siempre he querido que me creyeran tonto. Yo he intentado casi siempre estar en el lugar adecuado. Yo nunca le he dicho a ella que la quiero. Yo nunca he tenido suerte en el amor.


Cada día tengo más casos que resolver y puedo asegurar que con esto de la crisis los delitos despuntan, como si la gente se entretuviese en hacer putadas en lugar de buscar soluciones. Así, algunos días, cuando salgo del gabinete entro en el bar que hay en la acera de enfrente; un tugurio bastante interesante y con parroquia habitual, llamado Tiffany's. Hasta ahí todo normal. Cada cual a lo suyo; unos su Budweiser y yo mi bourbon. Aquí uno no puede meter la pata, pues por un whisky escocés on the rocks te clavan 12 pavos y se quedan tan tranquilos. Antes había detrás de la barra un tipo gordo, sudoroso, asqueroso -si algún día hecho tripa pediré a alguien que me pegue un tiro-. Se debió ir o le cascó un infarto o algo, de tal suerte que han puesto en su lugar a una chica joven, morena, guapísima, española. Lo que se conoce con la expresión machista y castiza de "tía buena". O yo percibí eso.


Cada vez que voy allí pego la hebra con ella. Que si está aquí para perfeccionar el inglés, que si no le gusta la City (pero tiene ya un montón de amigos -así cualquiera, digo yo, simpática y hermosa: mira tú como el otro que había no tenía tanta predicación-) y todo eso. Es como si yo fuera aún adolescente, que se me cae la baba con la muchacha; sí. Y como yo también soy un español exiliado allí, alguna que otra vez hemos ido a cenar, a tomar una copa en otro lugar, al cine; cosas de esas que te ayudan a combatir el hastío de la City y a dejar de lado la soledad. El amor...


"Te invito a mi casa", me atreví a decirle -con las palpitaciones a miles de revoluciones por minuto-. "Vale", me contestó, con total normalidad. Yo, cuando por ejemplo llamo a una chica y le propongo que se tome algo conmigo, tiemblo; y si nadie me cree, hacemos la prueba. Ya se sabe cómo fue todo en mi apartamento: una peli en la FOX, otra copa y... cama. Hasta que más o menos de madrugada (las cuatro y diecisiete minuntos, para ser exacto) oigo una conversación intensa y monótona; alguien que habla. Ese diálogo, o mejor monólogo, se unía a una suerte de pasos, algún ronquido, quejido y todo eso que trae la noche, el cansancio, los nervios. ¡Madre mía qué suplicio! ¡Unas divagaciones! ¡Unos gritos! ¡Unas discusiones! Llegué incluso a creer que me había dejado encendido el televisor.


Hasta que me despierto y me sorprendo: "joder, para una vez que ligo, la tía habla sola de noche". Y su perro que le sigue el juego y al unísono ladra. La chica morena esa tan mona... ¿quién lo diría?

10 de octubre de 2011

"Ir corriendo y sin ver la tele"



Antes de irme a Yanquilandia he de hacer muchas cosas, como conocer a Lauren. El día que me instale otra vez en los Estados Unidos tengo que hacer dos cosas, aunque no inmediatamente; la primera es intentar no ir corriendo a todos lados, porque está claro que Nueva York, en donde habitan Philip Roth y Paul Auster, es inabarcable. La segunda es tomar un café con Paget Brewster, pero eso es otra historia. Me dijeron que Lauren había venido a España; algunos dijeron verla perdida por el Madrid de los Austrias, comiendo y cenando en tascas con sabor castizo, quizás habitadas aún por Luis Candelas y el resto de sus secuaces bandoleros. Hubo quien me vino con el cuento de que se había perdido por la calle Sierpes de Sevilla; incluso recibí un anónimo que la situaba en La Mancha, muy cerca de mi casa. Esta última nota decía que iba tras la pista de Dulcinea del Toboso, la cual, según la teoría de Lauren, fue una muchacha real de Montiel o del Toboso y a lo mejor en uno de esos libros tipo legajo, con letra sinuosa e ilegible, aparece su partida de matrimonio, o desposorio, como se decía en la época. Pero no, a mí lo que me importaba ese momento era localizar a Lauren, verle la cara, hablar con ella, posiblemente incluso pedirle que me leyera alguno de sus poemas. A mí mismo me pareció verla descender de un taxi en la Puerta del Sol de Madrid; iba vestida con un pantalón negro y una blusa roja, a tono con el carmín. Corrí hacia ella y descendió al metro, pero caí en un vagón distinto. Ya en Atocha quise alcanzarla, casi entrando en el cercanías que conecta con Aranjuez. ¿Iría al Palacio mejor construido por los borbones, fieles al estilo neoclásico? Posiblemente, puesto que ella es una mujer muy culta. Casi cuando estuve a punto de presentarme face to face se desvaneció entre la multitud dominguera que puebla el real sitio.Se volvió hacia mí, me reconoció y estaba a punto de decir algo. El reloj automático señaló las ocho cuarenta y cinco y el locutor dio paso a una canción techno. Definitivamente fue solo un sueño.

4 de octubre de 2011

"Buscar el modelo"



Cuando decidí abandonar la redacción, tirarme al monte con los indignados y gritar desesperado, alguien se preocupó por mi. Cuando cambié mi domicilio y me fui a vivir a una ciudad de provincias y me perdí días completos en el monte, como un ancaoreta, alguien se preocupó por mí; cuando mi ex dejó de percibir mis ingresos y la niña no vio a su padre durante semanas, se preocupó por mi. A buenas horas... "Lo que debes hacer es ir a la psicóloga", me aconsejó el médico, con la niña y la ex delante, con cara de preocupación... ¡Ay!


La antesala está llena de gente con miles de problemas, imagino que reconocibles: el ejecutivo con ansiedad (la crisis, ya se sabe), la chica joven con anorexia (se ve a la legua el problema), el señor del tic no sé y el matrimonio (imagino que en crisis, jodido) y yo que ni siquiera sé qué me pasa. La chica me llama, es competente, y mantiene la sesión con profesionalidad.


"Lo que te ocurre es que has buscado el mismo modelo, aunque quizás sin encontralo", me dice. Me paro a pensar y sí, Juliette Lewis, Yolanda Castaño, tienen más o menos el mismo tipo de cabello, de óvalo facial; bueno, alguna chica más, pero con menos notoriedad. "Si te ves perdido, busca otro modelo", añade. Sí, claro, una chica rubia con otro tipo de óvalo. Más trabajo...

3 de octubre de 2011

"Mirar veinte años atrás"



Cuando cocino, algo que hago frecuentemente como terapia, me falta algún ingrediente; lo reconozco, soy poco previsor. Aquella tarde quise trabajarme un poco más la cena, ya que había tenido un día duro y estresante. Me faltaban un par de cosas para la ensalada y debía comprar algo de carne fresca, pues no había tenido tiempo de descongelar nada. Se terciaba, pese a la lluvia, una visita al supermercado más cercano.


A tal hora y con un tiempo tan inestable lo habitual es que te reciba el personal y que haya dos o tres marujas despistadas, nada más, entre los estantes, pero aquella tarde la algarabía corría de parte de dos o tres chiquillos que correteaban, sin prestar atención ni a la madre ni a los demás clientes. "Cosas de críos", pensé, mientras buscaba la pimienta en el estante de las especias.


Entonces la vi. Veinte años atrás, en el Instituto, estuve enamorado de ella. De esos amores irracionales que tienen más de despecho que de aprecio. Su cabello estaba ahora teñido, era evidente, y el cuerpo algo más relleno. Claro, que yo tampoco estoy igual, qué decir. Percibí que los dos chiquillos eran suyos y que se parecían al hombre que iba con ella, también antiguo compañero, de los gamberretes que estaban hacinados en Jefatura de Estudios.


Miró hacia donde yo estaba, buscando a las dos fieras que tiene por hijos, pero me vio a mí. Es fácil reconocerme, sobre todo desde que salgo tanto en la prensa hablando de Literatura. Dejó al marido en la cola del pesacado (frecuentada por la típica señora que no sabe qué quiere) y se me acercó; cálidamente me dio dos besos y dijo el arquetípico "¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo!" Dos o tres frases más de cortesía y se fue porque le tocaba el turno. Yo encontré la pimienta, por fin, y fui a pagar.


Al salir quise pensar en lo que me había perdido o había ganado si la historia hubiese sido otra, pero me di cuenta de que la vida te sale al encuentro: tenía invitados en casa y la carne sin hacer.