30 de abril de 2012

"La mejor venganza es el tiempo"


Para Alexandra

 La verdad es que algunas veces las cosas pasan demasiado rápido y uno tiende a racionalizarlas algún tiempo después, aunque a decir verdad he conocido a gente que no las ha asumido nunca: como esa gente que guarda eternamente rencor por algo. Simplemente con que alguien te diga que otro alguien te guarda rencor la cosa asusta, ¿o no? Me da igual. Pero el caso al que voy es verídico y reciente. Algunas tardes al mes trabajo como asesor en una compañía de Brooklyn en donde un grupo de reputados sicólogos pasa consulta. Mi misión allí es elaborar estadísticas e informes. Como dicen los chavales de los institutos, fliparías si te diera las estadísticas. Una de ellas, para abrir boca, es que los que se casan en segundas nupcias y por lo que sea prorrumpen en adulterio suelen hacerlo con la primera pareja, por eso he empezado diciendo lo de que es difícil asumir ciertas cosas. El caso es que una tarde se presentó en la consulta una antigua novia mía; una de esas mujeres con las ideas claras y un futuro prometedor: de esas que te dejan porque ni entras en sus planes ni les sirves para ellos. A mí, plin. Me saludó, entró en la consulta y al salir se despidió: no me reconoció o quiso evitarme, allá ella. Cuando Helen salió y me pidió la redacción (confidencial, aclaro) del informe me contó el problema: ansiedad provocada porque su actual pareja la había dejado. En ese momento abrí la ventana, miré al frente impasible y grité con todas mis fuerzas: “¡jódete cabrona!”.

25 de abril de 2012

"La muchacha de mis sueños"


Durante mucho tiempo soñé con una mujer así. Siempre era una joven morena, de cabello rizado, con una sonrisa que dejaba entrever unos dientes perfectos; un rictus de hermosura y unas palabras que decían algo ininteligible. Un sueño con una mujer soñada. Algunas veces hablaba conmigo y pronunciaba frases que soy incapaz de recordar, del mismo modo que no sé si aquellas ensoñaciones eran en blanco y negro o a color. Me dijo un médico que podía ser fruto de la Dormidina o de los barbitúricos que, por aquella época, ingería para adormecerme. Lo dudé siempre. Una mujer recurrente siempre es fruto de la verdad, de algo vivido que no soy capaz de explicar pasado el tiempo. La vida es así de compleja. Una mañana, cuando vivía cerca del Madison Square Garden vi por la cristalera de un Starbucks a una muchacha que se asemejaba a ella y pensé, por un momento, que mi sueño se había hecho realidad.

24 de abril de 2012

"S., un mito"


Fue a primera vista (que la descubrí, hace un número de años que no recuerdo), sin darme cuenta mi mirada se cruzó con ella, con su forma de actuar y de caminar; con su forma de decir y con todo aquello que la rodea. Fue después cuando descubrí su cuerpo (sus piernas, sobre todo sus piernas) y su ingenio; mucho después, en las calles de Praga, detrás de Wencelao, en la plaza de Carlos, en aquel edificio que parece que golpea el viento, junto a un puente. Tiene unos espléndidos ojos azules y una sonrisa tierna. No deja de ser un mito, aunque hoy, que no son los tiempos de Strindberg, uno se sitúa más cerca de un mito que en cualquier otro tiempo. Merece la pena seguir sus pasos, puesto que un mito jamás decepciona.

23 de abril de 2012

"Un enamoramiento equivocado"


Entras en un bar de pueblo, poblado de bebedores un lluvioso domingo en la tarde; la gente que se sienta contigo saca el tema de las relaciones, una forma sutil de filosofar sobre uno de los aspectos a los que más importancia le damos, por mucho que lo ocultemos. Y sí, quizás yo me sienta atraído por mujeres fatales, chicas complicadas o féminas que tienen otras prioridades: el caso es que es posible que con Ella cometiese un error, que me enamorase de la persona equivocada y ahora esté pagando las consecuencias de no haberme dado cuenta antes de la realidad. Nunca es tarde, dice el refrán, si la dicha es buena. Del mismo modo que fui injusto con aquella otra chica a la que un día califiqué como una ‘choni’ y ahora me parece una chica normal y hasta muy hermosa.

 Mirar fijamente a esa persona y darte cuenta de que a los seres humanos se nos encuentran los sentimientos. Saber que en el fondo es una mujer a la que has querido, pero pensar que es imposible compartir algo con ella, que existe una diferencia abismal o eso parece. Ella no te quiere, no: eso es lo tangible. Es duro tener que caer del burro, o del guindo, o de lo que sea y darte cuenta de ello; es difícil cambiar y es difícil asumir los cambios, pero la realidad, insisto, por lo que veo en la calle, en los bares, en las tiendas, es diferente al deseo.

 A veces sueño con perderme en Nueva York.

 Creo que Belén tiene razón cuando dice que es mejor enamorarse de un mito, porque no te hará daño.

11 de abril de 2012

"Sin manual de instrucciones"



Yo, con ella, me pierdo (y no digo que un hombre sea fácil de entender). No sé cómo acertar… y eso que lo intento. Veamos: cuando uno conoce una mujer como ella sabe de antemano que va a marcar su vida y no es que me queje, pero como se es hombre hay que aceptar el juego, que viene sin manual de instrucciones. Si dices que ‘sí’, es porque es que ‘no’ y si lo contrario, tampoco. Si uno llama que llama y si no lo hace que no lo hace. Si miras a otra ‘ups’ error pero si le prestas demasiada atención, agobias. Tengo que hablar con Lope y decirle que no necesariamente quien lo probó lo sabe.

2 de abril de 2012

"En los bajos fondos y de noche"



A Rocío.

En uno de esos extraños viajes que realicé alguna vez, no recuerdo cuándo, pero sí a dónde (Suramérica, para más señas) me introduje distraídamente en unos bajos fondos que son, en realidad, el alma de la vida y la esencia del mundo. No, no todo es hermoso, bonito e ideal como nos pasa cada noche la televisión; a veces hay oscuridades del alma que se dejan ver cuando la luna se transforma en el sol de los muertos.

Paseaba la gran avenida en donde aquel general se daba baños de multitud, pero ahora, de noche, todo andaba en calma; algunos adolescentes, quizás, de marcha; parejas de mediana edad camino de su casa; taxis y automóviles de policía y seguridad. Poca cosa, de tal suerte que me introduje en una bocacalle a la derecha: un sitio angosto, húmedo y adormecido. Una chica salía a fumar un pitillo a la calle, una de esas mujeres de mirada profunda, pelo larguísimo y derrotada por la realidad. Me adentré en el tugurio y pedí un whisky on the rocks y escruté de nuevo al personal: un cartero aterido de frío que probaba el Armañac de corrido. Dos chicas jóvenes que se habían esfumado de la academia nocturna: volvían por sus fueros porque una le decía a la otra que no quería estudiar de adultos. El camarero cejijunto y feo y dos tipos que miraban el fútbol: el opio de todos los bares de todos los países. Una joven tristona en una mesa que no cesaba de mirar el móvil.

Cuando salí de allí, bebido y sin un dólar, calculé que la vida nos muestra setecientas personas de seis mil millones: que nuestra mirada recorre cuerpos, espacios y tiempos cada segundo y que la luna es el sol de los muertos; que no lo vivimos todo ni lo controlamos todos.

La muchacha seguía fumando y me despidió con un “adiós español".