15 de noviembre de 2020

Al pasar de los años

Llegué a la reunión con cierta anticipación, me senté y me serví un café bien caliente. En la calle el termómetro no subiría esa noche de los cinco o seis bajo cero. Entró y, antes de mediar palabra, extendió frente a mí un diario. La vi allí, en una foto, sonriendo a la noticia. Creo que hablé con ella por última vez como quince años atrás, más o menos, según mi calendario. Efectivamente, no era la misma y es lo normal: un corte de pelo distinto, la mirada casi como en clase, las expresiones moduladas por el tiempo, supongo. Leí despacio y me mostré duro, aunque nada resentido: resulta que ha acabado haciendo justo lo contrario de lo que me dijo... Y a mí, ¿qué? Pasada la anécdota y concluida la verdadera reunión, salí a la calle, con el convencimiento de que si debo reconstruir mi antigua clase, a día de hoy habré olvidado ya cinco o seis nombres. Caminé bajo la noche, fría pero luminosa, intentando recordar algunas personas y, lo que es historia, cuándo fue la última vez que supe algo de ellas. Un coche paró junto a mí y cuando subí, ella preguntó el motivo de mi sonrisa: "¿Sabes?, quizás yo tampoco he acabado haciendo lo que dije, por eso siempre estoy de buen humor". Y nos perdimos en la ciudad.