tag:blogger.com,1999:blog-303814482024-03-08T00:51:23.828+00:00Literatura, Cultura y PolíticaFrancisco José Peña RodríguezFrancisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.comBlogger767125tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-68704913120510651632024-01-12T16:19:00.001+00:002024-01-12T16:19:15.650+00:00Fantasmas del pasado<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjshCyHKBrQpj3ZjZIcSmz-DHrQR7IjZ9df-LRDmvC3m1tBX1lXTg1jHN6Qc7dU5Z6TkKkL7jJbfiXBFQGaxwl0FP07wpnVi9q98nAYSZqqi5Geyb8w9q5kfmLbwaR7nhBylgYgW-50WN-n5MxdMfHx2r9relbEJiuX71nDS9bbMoH1Fj6tv3A3/s750/Pexels%20Photo.%20Girl%20in%20coffee.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="563" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjshCyHKBrQpj3ZjZIcSmz-DHrQR7IjZ9df-LRDmvC3m1tBX1lXTg1jHN6Qc7dU5Z6TkKkL7jJbfiXBFQGaxwl0FP07wpnVi9q98nAYSZqqi5Geyb8w9q5kfmLbwaR7nhBylgYgW-50WN-n5MxdMfHx2r9relbEJiuX71nDS9bbMoH1Fj6tv3A3/w300-h400/Pexels%20Photo.%20Girl%20in%20coffee.jpeg" width="300" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esa noche el coche decidió dejarme tirado en mitad de la España vaciada. Confieso que la nieve había hecho acto de presencia y la carretera nacional resultaba intransitable, por eso durante veinte kilómetros quise apurar hasta la capital, pero acabé optando por refugiarme en algún sitio mínimamente habitado. Aquel bar en mitad del pueblo, justo debajo de la pensión, tenía a esa hora intempestiva varias mesas ocupadas: un matrimonio con su nieta, tomando algo; cuatro paisanos echando un partida de cartas, ajenos a la tormenta. Al fondo, una mujer joven leyendo un libro. La dueña del sitio pronunció algo por cortesía mientras me ponía un café con leche y un bocadillo de alguna cosa poco susceptible de cocinarse con lentitud; al fondo, la televisión resaltaba la DANA (antes llamada "gota fría") y avisaba del próximo <i>derby</i> del siglo. Aposentado en la barra, miraba de soslayo el periódico provincial cuando caí en la identidad de la mujer solitaria: una ex de quien no tenía noticias en muchos años. Claro que, ahora, llevaba un corte de pelo distinto y más favorecedor, vestía con mucha más elegancia y, además, disimulaba con acierto no haberme visto. Pensé acercarme, saludar y decirle alguna gilipollez típica de estas situaciones tan embarazosas, pero decidí no hacerlo. Al final, mientras buscaba los cinco con ochenta de la consumición -porque el <i>bizum</i> sin internet no funciona- me dije a mí mismo que la vida, sin algunas personas que conocimos y ya olvidamos, sería exactamente la misma actualmente. Y salí a la noche de nevada. </span></div><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-7850184980636256592023-10-24T19:11:00.001+00:002023-10-24T19:11:33.129+00:00Agua pasada no mueve molino<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhrDL6KLV2HIWG6qsAUnHvC5ZlkTu6UEDMR0w_kD2RAhUn0dbqOgLSCAt0sW28kYzkzol04hmSRxz1Fyi2NdmK9yssy_ruKx5Rbp_HGmphwOfW6N3dpPybkZ530fwUEkFY06DB0rNVJ34qHBI5OkWHHPuPQp814e-fkjiYNzvufY3kotivSNZG/s750/chica%20del%20bar.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="500" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhrDL6KLV2HIWG6qsAUnHvC5ZlkTu6UEDMR0w_kD2RAhUn0dbqOgLSCAt0sW28kYzkzol04hmSRxz1Fyi2NdmK9yssy_ruKx5Rbp_HGmphwOfW6N3dpPybkZ530fwUEkFY06DB0rNVJ34qHBI5OkWHHPuPQp814e-fkjiYNzvufY3kotivSNZG/w266-h400/chica%20del%20bar.jpg" width="266" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando entré en el bar de la estación de Nueva York mi intención no era otra que tomarme uno de esos cafés aguados e interminables de los americanos, refugiarme allí después de haberme calado con la lluvia otoñal neoyorkina y, a ser posible, leer en paz <i>The Boston Globe</i>. No sé si el azar existe o no, tampoco estoy convencido de que las coincidencias existan, pero al fondo de la barra, debajo de uno de esos horribles gorros de lana contra el frío, estaba ella. Sofía y yo habíamos compartido algo más que estudios varios años, lustros atrás. Más tarde, algo impensable -o quizás sí y yo no lo intuí- nos hizo distanciarnos, hasta el punto de que hoy no tengo un teléfono suyo. Además, algún episodio esporádico con una de sus mejores amigas terminó por enturbiarlo todo... El caso es que ahora ella estaba allí, mientras en mi bolsillo el billete me señalaba un tren hacia Boston en cuarenta y cinco minutos. Cuando Mery, la camarera cuyo nombre supe por la placa cosida al bolsillo, me puso el café pensé en acercarme y hablar con ella. Total, el tiempo, según dicen los que lo pierden, lo aminora todo. Confieso haber pensado en ese instante tres o cuatro cosas con las que iniciar el contacto, aunque tampoco estoy seguro de que ella se hubiera fijado en mi presencia allí. Pagué en efectivo el dólar y setenta centavos del café y, cuando iba a coger mi maletín, giré sobre mí mismo, salí discretamente del local y escribí a mi compañera de despacho "Mañana te llevo las <i>cookies</i> de Murphy's que tanto te gustan", y terminé con ese emoticono tan útil del beso con un corazón rojo. </span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-10575073533550007082023-07-09T11:57:00.005+00:002023-07-09T11:57:47.838+00:00Una escena bajo la canícula<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgL_1KzcFwbOqp3DCWi1t6ZjnYgJI0S423_3bZZbjdgPG4fQPRL1RD_7JhiO4pneJSXM2qP3gnJ8c5RqyWYe31xzE1ycf3LA3G1KObC9NgqE3Maa0CetiWqV2vd-hWreAqtsAaz9JcF8zWHJY5kgB5f6qrDaf5f7JEAN7PUH6CWCWeNjIPwuLgc/s1254/libros-que-debes-leer.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="837" data-original-width="1254" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgL_1KzcFwbOqp3DCWi1t6ZjnYgJI0S423_3bZZbjdgPG4fQPRL1RD_7JhiO4pneJSXM2qP3gnJ8c5RqyWYe31xzE1ycf3LA3G1KObC9NgqE3Maa0CetiWqV2vd-hWreAqtsAaz9JcF8zWHJY5kgB5f6qrDaf5f7JEAN7PUH6CWCWeNjIPwuLgc/w400-h268/libros-que-debes-leer.jpg" width="400" /></a></div><span style="font-family: georgia;"><p style="text-align: justify;">El coche me avisa de que el calor también le afecta, por eso decido parar en un pueblo diminuto, junto a la carretera nacional que me lleva a una capital de provincias castellana. La vida se ha detenido aquí, bajo un sol abrasador; las terrazas se encuentran desiertas a esa hora, aún temprana. Aparco lo mejor que sé y puedo, obligado a no taponar un vado estrecho, y decido tomar un refresco, porque me esperan en la innominada ciudad a la hora de la siesta, para mediar en una herencia que tiene pinta de acabar mal. El mesonero es un tipo cabreado, que golpea con mala leche una máquina de café que debe llevar allí desde Alfonso XIII, por lo menos. Me pone un brebaje oscuro con hielo y un vaso de agua; cuando me siento observo al fondo a una mujer joven leyendo. Lo extraño es que esté leyendo, ajena a cualquier dispositivo electrónico, como se dice ahora. "Es la maestra", me dice una señora que juega al julepe con unas amigas. "Gracias", le respondo, pero no le añado que me ha leído la curiosidad del pensamiento. Así, desde lejos, creo que lee <i>Trilogía de Madrid</i>, de Umbral. Su presencia le da cierta vida a la escena: una taberna prácticamente vacía y asolada por el bochorno del verano. "Es que da clases de repaso la muchacha", añade una señora de gris, junto a la de antes. La miro con cara de póquer, pero la dama entrada en años continúa: "¿Es usted de la policía?". Cuando quiero decirle que no, ella añade: "Vendrá usted por el robo del códice de la Iglesia". Me quedo patidifuso y para quitármela de encima decido cortar por lo sano: "No, señora, soy el novio de la maestra, pero estamos peleados". Cuando su rictus de asombro aún no había digerido la respuesta, ya estaba yo subiendo al coche... </p></span><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-5055998919853145812023-04-10T18:18:00.004+00:002023-04-10T18:18:28.811+00:00Palabras de Silvia<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-GSLJmogBLDUcosLn_S01_7O6rO_8e90BGW1iGHLOSUV_7FqToi7hMkpQjanpO9zPmVdrW6xnw61LdPfZft0mu3Z9z2rIG6_pNc_DLOWHLAhWon7MaAVQBd5luUHgb_NMhFauoplUs6I2V-OADftk8OsuCcVIE18vzak1ybRM4iaZPF0hHw/s1555/CUBIERTA_TODO_LO_QUE_PERDI_silvia_company_de_castro.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1555" data-original-width="1056" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-GSLJmogBLDUcosLn_S01_7O6rO_8e90BGW1iGHLOSUV_7FqToi7hMkpQjanpO9zPmVdrW6xnw61LdPfZft0mu3Z9z2rIG6_pNc_DLOWHLAhWon7MaAVQBd5luUHgb_NMhFauoplUs6I2V-OADftk8OsuCcVIE18vzak1ybRM4iaZPF0hHw/w217-h320/CUBIERTA_TODO_LO_QUE_PERDI_silvia_company_de_castro.jpg" width="217" /></a></div><p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12.0pt;"><br /></span></p><p class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12.0pt;"><b>Silvia Company de Castro</b> se dio a conocer en
2019 con un excelente poema premiado en el Certamen Internacional de Poesía ‘Yolanda
Sáenz de Tejada’ (El Bonillo, Albacete), cuando aún vivía en Londres y
despuntaba tímidamente con composiciones breves, intensas y conectadas con las
fórmulas estéticas de nuestros días. Ahora Cuadernos del Laberinto apuesta por
ella con <i>Todo lo que perdí mientras te buscaba</i>, una ópera prima trazada en un
estilo directo conectado directamente con la poesía urbana de los ochenta,
aquella que se daba cita en los cafés literarios del Madrid de Tierno Galván y
Juan Barranco. Recoge ahora sesenta y dos poemas más o menos breves, teñidos de
verbalismo directo y de un yo plenamente subjetivo que conecta su lado más personal
con el lector, atrayéndolo a través de experiencias compartidas, seguramente.
La autora introduce a veces giros anglosajones (no en vano habla tres idiomas),
pero traslada a un perfecto castellano esos amores-desamores, trufados de desazones,
fallos y aciertos vitales que configuran no solo esta obra, sino el día a día
de quien se acerque a leerlo. Tiene, además, ecos del <i>haiku</i> o de poemas <i>post-it</i>
(esos que uno deja sobre la nevera para que lo lea el otro), de la poesía
urbana (insisto) y de los motivos poéticos que busca el lector actual en una
mujer cosmopolita, intelectual y joven como Silvia. Quizás nadie eche en falta
cuestiones de hoy ni se extrañe que algunas composiciones, como la 40, sean tan
breves, intensas e implacables cuando leemos: “Cuanto más cerca te tengo/más
lejos me siento”. Indudablemente estamos ante palabras que perdurarán, como
este libro tan novedoso y elegante. <o:p></o:p></span></p><br /><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-70910358083034018072023-03-05T12:28:00.004+00:002023-03-05T12:28:35.551+00:00La huida<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgycoRkwqopv53XJxBsX44obn3JPaDBIwPh5oASjjsCimI-f7VNs2omRyU9-u76bMGuivrQ_52bUVACdPcQMWGSUgFCG0wCnULST4Qax_Kt7Cp6qgbMimSWdoG0KwueWLK-aoBXiKhSDbZGT9Q_Z2dRE_5HQv3IAingkJvGG6Z8HUxUJw9TaA/s700/166e3_esp_01%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="499" data-original-width="700" height="285" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgycoRkwqopv53XJxBsX44obn3JPaDBIwPh5oASjjsCimI-f7VNs2omRyU9-u76bMGuivrQ_52bUVACdPcQMWGSUgFCG0wCnULST4Qax_Kt7Cp6qgbMimSWdoG0KwueWLK-aoBXiKhSDbZGT9Q_Z2dRE_5HQv3IAingkJvGG6Z8HUxUJw9TaA/w400-h285/166e3_esp_01%5B1%5D.jpg" width="400" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Carolina Gutiérrez, alias <i>la Espabilá</i>, se casó con Tiburcio <i>el viejo</i> por su dinero. Eso lo sabía todo el mundo en el pueblo; el tipo estaba forrado hasta los dientes, pero simpático no era. Y guapo menos, aunque vino de Suiza con una maleta repleta de acciones y billetes, según dijo su difunta primera mujer. Una tarde, en la taberna de Juancho, me dijo Anselmo el pintor que la muchacha iba a coger la pasta y a largarse, porque todos sabíamos que <i>el Viejo</i> tenía dinero por encima de los dos o tres millones. "Como en las bodas de Camacho, pero con dinero", dijo exactamente <i>el Pintor</i>, muy leído el hombre. A mí me daba igual, porque yo ya no estaba enamorado de ella, pero normal no era: ¡si se llevaban unos treinta años! El día de la boda ella llegó tarde, se casó y en un momento del banquete en que dijo que iba al baño, metió el dinero en una maleta y se fugó con Vicentito, el hijo del veterinario, vago pero gracioso. Como no volvía, Tiburcio se barruntó el asunto y telefoneó a la Benemérita de Burgos. Los demás seguimos comiendo y bebiendo, como si nada, porque una boda así no se repite en años... La Guardia Civil les dio el alto en Aranda de Duero, pues iban a Santander y luego a Francia. Como el muchacho era un poco valentón, se enzarzó a tiros con los guardias, mientras que ella se subió a un Pegaso y huyó. Vicentito murió de las heridas, unos días después. Todos pensamos que lo engañó, pues ya nos decía su abuela que muy despierto no era. Claro que el padre de <i>la Espabilá</i>, tan bruto y dictador, le dio pie a la hija para coger el dinero y largarse. De esto hemos estado hablando en el pueblo dos o tres años, hasta que una tarde la vimos aparecer, sin un duro y sin delito, pues se había casado en gananciales. </span></div><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-22477087817370800442022-11-28T19:36:00.006+00:002022-12-06T19:27:51.113+00:00De Alfonso XIII a Tierno Galván. Estampas del siglo XX español<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWnPRXm9sDfHLF8Uo7Plxy6Mz0KDojl1yuVC3Yxk8KcViT9Qk9lowfPHhbCWbeIDK2yC2OG0hNeqYAOKni9klWftfZYyMBCoMCtS5mOqB-x4rGAf40ni8vNQbSIvlHFpIznYAiwQaJc7PLEd7DJhERE65-zMKlBkmLlm5cfhrBDIxJVQ_Byw/s1888/FRANCISCO_JOSE_PENA_HISTORIA_CUB.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1888" data-original-width="1246" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWnPRXm9sDfHLF8Uo7Plxy6Mz0KDojl1yuVC3Yxk8KcViT9Qk9lowfPHhbCWbeIDK2yC2OG0hNeqYAOKni9klWftfZYyMBCoMCtS5mOqB-x4rGAf40ni8vNQbSIvlHFpIznYAiwQaJc7PLEd7DJhERE65-zMKlBkmLlm5cfhrBDIxJVQ_Byw/w264-h400/FRANCISCO_JOSE_PENA_HISTORIA_CUB.jpg" width="264" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">La monografía <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De
Alfonso XIII a Tierno Galván. Estampas del siglo XX español</i> está ya a la
venta; previamente obtuvo el III Premio Internacional Cuadernos del Laberinto
de Historia (2022). El jurado acordó por unanimidad premiarlo, seleccionándolo de
entre un total de 43 originales recibidos de 8 países. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: Calibri;">El libro aporta un retrato de
la Historia del siglo XX a través del perfil de algunos de sus protagonistas
más trascendentales, desde el “rey político” Alfonso XIII hasta el “viejo
profesor” Tierno Galván. A partir de una visión documentada y creo que con un
estilo ameno, en él se repasan las actuaciones y anécdotas de los jefes de
Estado y de Gobierno más conocidos de España, Estados Unidos o Portugal. En sus
seis capítulos aparecen las complejas relaciones personales de Alfonso XIII con
el líder conservador Antonio Maura, la formación académica del general Franco y
de Antonio de Oliveira Salazar y el mítico carisma del alcalde de Madrid
Enrique Tierno Galván. Entre sus páginas se analizan acontecimientos cruciales
para España como la oposición antifranquista, los proyectos de transición a la
democracia diseñados por fuerzas políticas del interior y del exilio o el
trascendental apoyo para España de los presidentes republicanos de EE.UU. Junto
a Eisenhower, Nixon o Ford se dan cita otros protagonistas de la Historia como
Ramón Serrano Suñer, Alfredo Kindelán, Dionisio Ridruejo, José Luis Álvarez,
Joaquín Leguina o Ramón Tamames. Lo puedes encontrar en las librerías de Tobarra (Albacete); Librería Libros, de Hellín; <a href="https://castillo.amilibro.com/resultado.cfm?busqueda_general=Autor%3A+FRANCISCO+JOSE+PE%C3%91A+RODRIGUEZ">Papelería Castillo</a>, de Almansa; Librería Circus, <a href="https://www.popularlibros.com/libro/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan_1166535">Librería Popular</a> y <a href="https://www.elcorteingles.es/libros/A45688665-de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan-estampas-del-siglo-xx-espanol-tapa-blanda-con-solapas/?v=Libros&s=francisco%20jose%20pe%C3%B1a%20rodriguez&hierarchy=libros&deep_search=&stype=text_box">El Corte Inglés</a> de Albacete; <a href="https://www.troa.es/libro/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan_1308171">Librería Neblí</a>, <a href="https://www.machadolibros.com/libro/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan_630024">Librería Antonio Machado</a>, <a href="https://www.lacentral.com/pena-rodriguez-francisco-jose/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan/9788418997273">La Central</a>, <a href="https://www.pasajeslibros.com/libros/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan/9788418997273/">Pasajes Librería Internacional</a> y <a href="https://www.fnac.es/a9761401/Francisco-Jose-Pena-Rodriguez-De-Alfonso-XIII-a-Tierno-Galvan">FNAC</a> en Madrid; <a href="https://www.casadellibro.com/libro-de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan-estampas-del-siglo-xx-espanol/9788418997273/13334576">Casa del Libro</a> en varias provincias; <a href="https://www.cervantes.com/libro/9788418997273/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan-estampas-del-siglo-xx-espanol/">Librería Cervantes</a>, en Oviedo; <a href="https://www.lalibreriaambulante.es/es/libro/de-alfonso-xiii-a-tierno-galvan_3750080010">La Librería Ambulante</a> en Sevilla; <a href="http://www.puvill.com/author/pena-rodriguez-francisco-jose/67085">Puvill Libros</a> en Barcelona; <a href="https://www.iberlibro.com/servlet/BookDetailsPL?bi=31361265012&cm_sp=SEARCHREC-_-WIDGET-L-_-BDP-R&searchurl=an%3Dfrancisco%2Bjos%25E9%2Bpe%25F1a%2Brodriguez%26sortby%3D17">AG Library</a> de Málaga; <a href="https://es.babelio.com/livres/Pena-Rodriguez-De-Alfonso-XIII-a-Tierno-Galvn-Estampas-del-sigl/166895?id_edition=190532">Babelio</a>, Amazon, etc. </span>
</p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-66337788829765025652022-09-15T19:05:00.002+00:002022-09-15T19:05:21.372+00:00Buscando a las musas<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9L8t7Yw5wcuYC-TKYsCRhro7FN4Z7c6LxKQcE2Ct2y1WTrXBulOfCc-1Wt5cQ3IvrZ4HcEMaRMt6Jh7bnNwDutG5H_NbnNFvQW0JllkVDu4bvd2hl-SndstDYv76PblrVpeYBITjbbQO88m4hryQgXHvpj54Z9DEDPnWJgcvpWGCWsGi_wg/s740/caminando%20por%20la%20playa.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="493" data-original-width="740" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9L8t7Yw5wcuYC-TKYsCRhro7FN4Z7c6LxKQcE2Ct2y1WTrXBulOfCc-1Wt5cQ3IvrZ4HcEMaRMt6Jh7bnNwDutG5H_NbnNFvQW0JllkVDu4bvd2hl-SndstDYv76PblrVpeYBITjbbQO88m4hryQgXHvpj54Z9DEDPnWJgcvpWGCWsGi_wg/w400-h266/caminando%20por%20la%20playa.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Amaneciendo, la desierta playa del silencioso pueblo costero recogía la espuma del mar. En mi camino, las huellas de alguien que, muy poco antes, había transitado el mismo borde junto al Mediterráneo, se iban diluyendo, como los recuerdos, como las musas, como aquellos eternos veranos de hace unos años... La inspiración me había abandonado esas semanas, así como aquellas sonrisas que traían, al menos, momentos inevitables en la canícula de los noventa, o quizás de los dos mil, cuando éramos eternamente jóvenes, sin la contaminación ruidosa de estos tiempos inciertos que, cada día, nos traen los diarios. Sea quien fuere mi musa, se fue, atenazando la escritura en soledad silenciosa, en páginas en blanco, en inciertas dudas tachadas con bolígrafo rojo. El mar aprovecha hoy la mañana para lanzar algo de ruido sobre la playa y dos o tres jóvenes se suben a la tabla, buscando la mejor ola para el surf. En el momento de buscar un café abierto, recuerdo cuando tenía varias musas, con las palabras siempre brotando todo tiempo... Igual frente a un café humeante sea el momento de poner orden a las ideas, blanco sobre negro, pues como ha dicho siempre Joaquín Sabina: "mira que las musas no aceptan excusas".<br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-36199788190202887052022-05-08T18:40:00.002+00:002022-05-08T18:40:21.739+00:00Cualquier tiempo pasado...<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVtwIIqXxOscPXRpK8Tot3-T9MEVk3Wa0I8iEbWVtfnHL44gPjdEWy5lKU_kWCj7tXgATV_uSOqVG9sNdnmh5NhGlePOEl5u5Z-2yPXrmkkHwAwgtVxnR0SFK6-dQORJZxbB2xm5bGHSzsMX0v1glcjY5MRv_GZHJSDVb8OiiiUn8zqj_Msw/s724/Bar%20de%20Copas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="482" data-original-width="724" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVtwIIqXxOscPXRpK8Tot3-T9MEVk3Wa0I8iEbWVtfnHL44gPjdEWy5lKU_kWCj7tXgATV_uSOqVG9sNdnmh5NhGlePOEl5u5Z-2yPXrmkkHwAwgtVxnR0SFK6-dQORJZxbB2xm5bGHSzsMX0v1glcjY5MRv_GZHJSDVb8OiiiUn8zqj_Msw/w400-h266/Bar%20de%20Copas.jpg" width="400" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Me queda algún tiempo en la ciudad antes de tomar el tren y esta tarde he decidido pasear por los lugares en donde tomábamos unas cañas cuando fuimos universitarios. Encuentro el barrio algo cambiado; recordaba la plaza de Santa Bárbara o la calle San Mateo, incluso Hortaleza y Bárbara de Braganza, de otro modo: con pintas absolutamente del siglo XIX. Reconozco que me sigue resultando graciosa la placa de la "Casa de tócame Roque", entre Barquillo y Belén. Entro en un sitio al que íbamos, o era más o menos por ahí, pero ahora es otra historia: ni rastro de las consumiciones baratas ni de las chicas de letras o de los alumnos de económicas, siempre endomingados, con gomina ellos y tacones ellas. Nunca comprendí de dónde sacaban el tiempo, pues me recuerdo a mí mismo corriendo por los pasillos de las estaciones de cercanías, o de la Facultad. Me viene a la mente, como de golpe, tanta gente y tanta anécdota que parece una eternidad, aunque no lo sea del todo. Ahora, en este bar bullicioso, no atino a comprender cómo podía comunicarme con la gente, cómo pude hablar de libros con mis compañeras, cómo poníamos verde a tal o cual que sabe Dios dónde estarán hoy... Tantas horas de proyectos; tantos sábados sin un duro en el bolsillo; tantos amores no declarados; tantas noches caminando bajo otro Madrid... Cuando pago a la simpática camarera, que no se sabe mi nombre -al contrario que entonces-, empiezo a pensar que no me arrepiento de ese tiempo sin móviles ni Wikipedia ni cursos de digitalización; quizás me arrepiento ahora de lo que no me atreví a decir, porque éramos eternamente jóvenes y creíamos que la vida era un momento eterno... </span></div><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-54632424673347569732022-04-24T17:51:00.003+00:002022-04-24T17:51:35.042+00:00La chica del premio<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK1s8eNpZMv6mNAhmrNpoVVCOtFEtp1u8mYvnus59UBF6qm7I8nD8AtIFRl375-EROhjodYqZLYGRpP9BCjHUeGjSGQJ1AKxwTAyHDVo_rQjfGmJ_Y41wM-fJ0q5gA4HSovMqkJk5TJ0JRtEhzjsk5oU4Kp3T7uv6rKMq-r--mVNh88eLs9w/s740/Chica%20in%20restaurant%20and%20wine.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="494" data-original-width="740" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK1s8eNpZMv6mNAhmrNpoVVCOtFEtp1u8mYvnus59UBF6qm7I8nD8AtIFRl375-EROhjodYqZLYGRpP9BCjHUeGjSGQJ1AKxwTAyHDVo_rQjfGmJ_Y41wM-fJ0q5gA4HSovMqkJk5TJ0JRtEhzjsk5oU4Kp3T7uv6rKMq-r--mVNh88eLs9w/w400-h268/Chica%20in%20restaurant%20and%20wine.jpg" width="400" /></a><span style="font-family: georgia;"> </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Algunas veces pensamos cómo será el momento en que nos reencontraremos con nuestros demonios personales, pero ese día te sorprende siempre sin avisar. Aquella misma mañana los demás miembros del jurado calificador del premio de investigación más importante del Ministerio decidieron que, dado mi desparpajo verbal, yo sería el presidente. Cuando la entrevista a los candidatos hacía aproximadamente quince años que no sabía nada de ella; de hecho, habíamos acabado mal, sin hablarnos siquiera después de la intensidad de los años universitarios. Confieso que estaba enamorado de ella y si no lo dije a tiempo fue porque al mismo tiempo lo estaba de otra persona. Allí estaba ella, en mitad del aula magna, con todos sus méritos, su elegancia natural, su forma de gesticular... Cuando leí su nombre y mi voz le volvió a la memoria fue cuando se quedó completamente blanca, pero pronto prosiguió su explicación con titubeante solvencia. El resto del jurado le hizo preguntas, yo sin embargo me abstuve, pero le hubiera preguntado por su silencio, algo fuera de lugar. Finalmente, la premiamos. Al día siguiente me marchaba a mi pequeña ciudad de provincia y se me avisó de que en la cafetería del hotel me esperaban; bajé y en la mesa del fondo estaba ella, asiendo una copa de vino tinto. Me invitó a sentarme, me dio las gracias -quizás porque me imaginó quitándole su premio- y me pidió una copa, que rechacé inmediatamente: "señorita, usted ha sido la mejor y lo positivo de esto es que yo no la conozco de nada". Salí sin girarme. </span><br /></div><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-54583286305746776712022-03-24T18:15:00.005+00:002022-03-24T18:15:54.334+00:00Le atendió... <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSR5G92A5XVsWYC-0EdRKAV1kUDM9Hsx_aY7D0-xNpYH8Q1bHgA19cEhcCxWXXsM_d0ks0D6I-QVLHMRG9VONVvcINuygKMb6t8D0jd14fmVaR9rGISoXzbbc2Sx7aNEapKEHf2lMABoa6UyO5ZQzV80svg0dzOO0whN-XKdM9z6xQrFgNmw/s930/Girl%20in%20the%20street.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="930" data-original-width="586" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSR5G92A5XVsWYC-0EdRKAV1kUDM9Hsx_aY7D0-xNpYH8Q1bHgA19cEhcCxWXXsM_d0ks0D6I-QVLHMRG9VONVvcINuygKMb6t8D0jd14fmVaR9rGISoXzbbc2Sx7aNEapKEHf2lMABoa6UyO5ZQzV80svg0dzOO0whN-XKdM9z6xQrFgNmw/w253-h400/Girl%20in%20the%20street.jpg" width="253" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En aquel momento y en aquella ciudad escribía de noche; cada día acudía al <i>Murphy's</i> pasadas las once <i>post meridiem</i>, pretendiendo acabar allí mi primera novela. Atendía la mesa Jenny, una chica procedente de algún lugar de Europa con intención de probar suerte en ese norte aristocrático que era la ciudad. No recuerdo día alguno en que hubiera ni media docena de personas, cada una a su manera, arracimadas en la barra; en una de las mesas, únicamente mis folios, la Parker y yo. Aquella camarera no tendría más de veintipocos años y me dejaba anotado su nombre en el <i>ticket</i> ("le atendió Jenny"), algo popular actualmente en este lado del océano, pero no entonces. Yo no conseguía dar forma a mi novela, menos aún supe burlar las formulaciones del New Criticism; pero tampoco la muchacha ganaba más de un puñado de dólares dejados como propina por insomnes como yo, Arthur Miller o un director de banco que abría su sucursal a las siete en punto de la mañana. Ella tenía un medio novio italiano que conducía un camión por la Ruta 66 y al que nunca veía, cuidaba de un gato enfermo y vivía en un caro apartamento sin ventilación del Upper East Side, más o menos cerca de mi casa. Confieso que una noche de nieve, solos ambos en el Café, confesamos nuestras penas con un café rebajado con whisky. Entonces yo no tenía un centavo ni había publicado más de dos o tres críticas teatrales sobre Miller en <i>The New Yorker</i>, pero estuve a punto de pedirle que se viniera a vivir conmigo. El día que lo supe fue una mañana sin preaviso en que su compañera Dorothy me dijo inexpresiva que había sido deportada. <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-37601034475919681972022-01-23T18:59:00.007+00:002022-03-24T17:53:51.419+00:00El pasado sobre la mesa<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgJSNDWxXyZWrmQNOilz2utOebQ-infJ7tVKwbXYo2DyBMFbpH5j7OJxkk_v3L9qoukceWY3hwE65Zteemj7rljZe6_yzcblJZ_xFr23pL9yuFpucaRzD6Dki22rGvovKtODtSlt6rI23JRJR0w7w9c66MwGpKfieE9jIsCKYPhl1PP-9uK5A=s1365" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1365" data-original-width="910" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgJSNDWxXyZWrmQNOilz2utOebQ-infJ7tVKwbXYo2DyBMFbpH5j7OJxkk_v3L9qoukceWY3hwE65Zteemj7rljZe6_yzcblJZ_xFr23pL9yuFpucaRzD6Dki22rGvovKtODtSlt6rI23JRJR0w7w9c66MwGpKfieE9jIsCKYPhl1PP-9uK5A=w266-h400" width="266" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El pasado, a veces, se convierte en un incómodo presente. Aquella tarde intuí que, tras tantos años de olvido, me correspondería ocupar un lugar a su lado en la mesa del tribunal de oposición <i>ad hoc</i>. Mi tren había llegado con retraso a la ciudad de provincias y yo a la Facultad tras sortear un inmenso atasco. Saludé a los diez o doce opositores, ocupé mi lugar a su lado y con gesto competente fui escuchando las disertaciones orales de todos los candidatos. Mientras, recordé las horas que había pasado, años atrás, en la biblioteca junto a ella; los momentos de estudio; el brillo de sus ojos al explicarme cualquier cosa; el singular sonido de sus pasos cuando llegaba tarde y corría hacia mí... Observé cómo ahora anotaba algo en su cuaderno y me vinieron a la mente los <i>post-it</i> con su singular letra indicándome cualquier cosa, incluidas las fotocopias que necesitaba para sus trabajos. Cuestiones del pasado, en fin. Quince años sin saber nada y ahora, sin dirigirnos la palabra, debíamos decidir el futuro profesional de algunas buenas personas, competentes en lo suyo. En un receso necesité enviar un mensaje a otra persona, quizás para espantar los fantasmas de ese incómodo pasado. Acabó el proceso, firmé el acta y observé en sus manos el paso del tiempo, como para mí. Me despedí de todo y fui en busca de un taxi. En la puerta, la opositora número uno me pidió colaborar en mi investigación sobre... Me sentí incómodo porque algo similar pasó en... En fin, quise decirle que no, "para no cometer de nuevo el mismo error de hace quince años". Pero quince años lo cambian todo... o igual nada.</span><br /></div><div><p></p></div>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-19951132504218603062021-12-11T18:52:00.005+00:002021-12-11T18:53:22.280+00:00Las viejas cartas<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4OjqxzSnIeZDDG6SJ0zGVH_ZDRnjcMm55lB7CeVKP5yHm8oG_WmRJEPuK0-6QrQDXm7ghp7t_nhijbl-opJrGAyV8lt8rv5VwJ1lm4sv1VkVkJpMXCKLKz2NrAi2r6IBXSytD/s1536/leyendo+carta.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="849" data-original-width="1536" height="221" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4OjqxzSnIeZDDG6SJ0zGVH_ZDRnjcMm55lB7CeVKP5yHm8oG_WmRJEPuK0-6QrQDXm7ghp7t_nhijbl-opJrGAyV8lt8rv5VwJ1lm4sv1VkVkJpMXCKLKz2NrAi2r6IBXSytD/w400-h221/leyendo+carta.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Después de muchísimo tiempo vuelvo al pueblo y percibo que la casa guarda el frío de diez o quince años sin habitar: los demás herederos me han encargado cerrarla definitivamente, pues apenas tienen interés en ella y yo no reúno el dinero suficiente para quedármela. Enciendo la chimenea decorada con ciertas ínfulas, pues la caldera dejó de funcionar más o menos antes de la Revolución Gloriosa y me sirvo uno de los magníficos vinos de la bodega. Es el momento de sentarme en el codiciado sillón de los veranos de mil novecientos... De un cajón del salón saco antiguas cartas: aquellas misivas que intercambiaba con las compañeras del Instituto y, más adelante, de la Facultad. Noticias, vaivenes, cotilleos y buenos deseos de cuando no existía internet ni tampoco whatsapp. Confieso que me ha costado recordar algunos nombres, más claros tras salir su aspecto actual en el buscador del móvil. A pesar del tiempo, el papel está aún blanco, los sellos visibles... y el recuerdo de ir al buzón y recoger la carta o la postal; responder y esperar... Se me hace aquel un tiempo lento, pero hermoso. Aquellas letras, íes con un círculo arriba, mayúsculas adornadas... la premura del amor, la incertidumbre del reproche, guardar la carta junto a las otras... De una de ellas cae una foto de carné, con una dedicatoria por detrás: ahora caigo en que es X, casada creo y con hijos. No sé qué estudió, pero se fue a una ciudad de provincias y apenas se deja ver desde entonces... Otra me recuerda una cita para septiembre, tal día a tal hora en tal sitio: "allí nos vemos y lo hablamos". ¿Fui o no fui? ¡Joder!, aseguro que no lo recuerdo. Cogidas con una goma hay un montón de cartas de la que fue mi mejor amiga y ahora ni nos hablamos por algo que no recuerdo. La primera inercia es acercarme a la chimenea y quemarlas todas; total, no soy nadie tan importante como para que sean leídas dentro de treinta o cuarenta años... Cuando me acerco al fuego paro, lo pienso, respiro hondo, tomo un sorbo de vino y... </span><br /></div><div><p></p></div>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-59442168269254278402021-11-29T20:09:00.003+00:002021-11-29T20:09:25.653+00:00En una gélida noche<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6v-6mz51c6jTffN2_UzJGIJxF4vCEcfcJfsP2weGNFdM0XP-m8CQKCP0IYS7kfTEqDjQGxnfY2qw-y5R-ssw56jnLaha_G54D2q2Nj9hTp5TbAafOp3I8Ac0k1inSmRpgBr7r/s740/Chica+tren+noche.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="740" height="216" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6v-6mz51c6jTffN2_UzJGIJxF4vCEcfcJfsP2weGNFdM0XP-m8CQKCP0IYS7kfTEqDjQGxnfY2qw-y5R-ssw56jnLaha_G54D2q2Nj9hTp5TbAafOp3I8Ac0k1inSmRpgBr7r/w400-h216/Chica+tren+noche.jpg" width="400" /></a></div><span style="font-family: georgia;"> </span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando el tren se deslizó lentamente por esa estación de provincias intuí que pasaríamos la noche tirados en mitad de la nada. La nive aún caía tímidamente y el frío calaba nuestros huesos como nunca antes. El jefe de Estación nos pidió calma y a continuación explicó la situación: más allá de los montes el temporal impedía seguir ruta. Sería cosa de una única noche y en la pequeña sala habilitada para los cinco o seis pasajeros había espacio suficiente. Me acomodé junto a la chimenea, al lado de una chica más o menos joven. Se presentó como adjunta a la dirección de una compañía de Bohemia-Moravia, no recuerdo bien. Hablaba perfectamente castellano y la noche se nos pasó entre libros, comidas, viajes y otras conversaciones más o menos amenas. En aquella estación rural, cuyo nombre era algo así como Bastilia, o por el estilo, nos dieron café, pastas y varias cosas más durante la gélida madrugada. Me gustó mucho su acento, pero también sus ojos me impactaron... Cuando llegué a la capital, con tiempo suficiente para enlazar con el avión a Madrid, adquirí un mapa e intenté comprobar el lugar en donde había pasado la noche: no aparecía. Pensé que el pequeño pueblo era poco más que una aldea, nada importante. Sin embargo, la duda o la sorpresa me atenazó cuando alguien de Información del Aeropuerto me explicó que la compañía anotada en la tarjeta de mi compañera nocturna de viajes no existía. Al subir al avión y escucharlo, apenas pude creer el mensaje del comandante: "Señores viajeros, la temperatura actual en Bohemia y Moravia es de treinta grados, propia del verano local. Abróchense los cinturones y...". <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-52774934543502567162021-09-21T18:49:00.002+00:002021-09-21T18:49:34.643+00:00A contracorriente<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRFcsOXRHzMqjf4QK2RoertMtAN9rTwOTuK7wtVTRRoRy8SE53eJ4lkynsotv4f_uQRgGaEhZQklIiF3ebg3KEnpMV4pCEirZiY_9SuKdsBa6u6cXulvDVgq_mBHmqOjKh7OvF/s640/como-hablarle-a-una-chava%255B1%255D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="640" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRFcsOXRHzMqjf4QK2RoertMtAN9rTwOTuK7wtVTRRoRy8SE53eJ4lkynsotv4f_uQRgGaEhZQklIiF3ebg3KEnpMV4pCEirZiY_9SuKdsBa6u6cXulvDVgq_mBHmqOjKh7OvF/w400-h300/como-hablarle-a-una-chava%255B1%255D.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Mientras espero, advierto ser el único que ha leído la indicación de la entrada ("máximo dos personas"), pues en el comercio debe haber, en ese instante, seis o siete individuos. ¡Qué más da! Además, en tiempos de dedo fácil y lectura radicalmente incomprensiva, tampoco sigo la corriente a las dos fumadoras que se ríen de la metereóloga Isabel Z. por no haber dicho lo que los memes dicen que sí dijo. Como suelo hablar con algún dato -a veces incluso con media docena-, la chica preguntó para los bomberos: "bueno, ya no como se apaga un volcán, obviamente, sino cómo
se apagan los posibles incendios que se puedan producir a su alrededor,
qué consejos les daría". ¡Qué sacaría con reíme de una persona que sabe más física que yo, por ejemplo! Sigo adelante con mi paseo, casi bajo la lluvia, saludando poco después a algunas personas, entre otras a una chica con <i>El sí de las niñas</i> en las manos; como me relaciona con la literatura, me explica que "está muy chulo", aunque su madre cree que los 8,74 euros que cuesta son un dineral, no así los 659 del móvil que se ha comprado tras el último, que se le cayó descuidadamente al váter. Al fin y al cabo, pensará, la Cultura está a un <i>click</i> de su dedo, ese del 40% de españolitos de a pie que no saben si una noticia es falsa o real o medio manipulada, por eso Reuters resalta con asombro que el estar informado cada vez va a menos, así como la indiferencia ante los ataques de la prensa. ¡Lo que estarán disfrutando algunos poderes fácticos! En esas, paro en el kiosko, compro el periódico en papel y me siento a leerlo, lentamente, tomando un café, porque la más de las veces sienta bien ir contracorriente. <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-8792352631499549682021-07-28T17:47:00.005+00:002021-07-28T17:47:39.501+00:00Noche en el tren <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQhFA0peBiiTTopzUbeemA-vPe5O-bCBsc3vU_nln158Kqi4rkyEgLIZ9jwuAHVmwI-ozipmNbUYVYfT7Um15yoLca5NV5DhS5Uvr6GRfb6EUySgmYXYmiAqEf1OIoa1JeSDhn/s933/Girl+in+the+train.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="933" data-original-width="700" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQhFA0peBiiTTopzUbeemA-vPe5O-bCBsc3vU_nln158Kqi4rkyEgLIZ9jwuAHVmwI-ozipmNbUYVYfT7Um15yoLca5NV5DhS5Uvr6GRfb6EUySgmYXYmiAqEf1OIoa1JeSDhn/w300-h400/Girl+in+the+train.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Confundí mi billete y el tren partía en mitad de la noche, como antaño viajaban los jóvenes sin dinero, regresando a sus pueblos después de la suerte, el infortunio o la mili, yo qué sé... El andén estaba casi completamente desierto, más allá de las risas sinceras de dos estudiantes que habrían firmado esa misma cálida mañana de verano sus últimos exámenes del curso; el jefe de Estación fumaba, alejado, un pitillo necesariamente atiborrado de nicotina. Otra persona leía un <i>best seller</i>, el último de no sé qué famoso autor... Mientras, yo terminaba mi bocadillo de jamón y dejaba reposar el café con leche en un vaso de papel con tapón de plástico. El comboy entró diligente, ruidoso, iluminado, desierto: apenas unas pocas cabezas de perfil, como las caras de las monedas de antes, cuando además de paisajes europeos había en ellas líderes. Yo qué sé, era de madrugada en aquella estación de cualquier lugar de Castilla. Subí rápido, pues el pitidito de partida no perdonó ni los dos minutos que indica el billete que, por fea costumbre, suelo imprimir en papel. Me senté frente a la chica taciturna -o adormilada, vaya usted a saber si soy imparcial ahora describiendo- que resultó ser habladora, estudiante de letras, lectora como yo de </span><span style="font-family: georgia;">Philip Kerr e inteligente hasta el paroxismo... Así el viaje, además de aventura, resultaba de inmejorable compañía. Paramos dos o tres veces en ciudades en duermevela y con la luz baja, perdidas entre las dos castillas y la capital del país. Cuando de amanecida me tocó bajar en una estación de La Mancha, cálida y ya medio despierta a voces, la muchacha dormía. La miré, me despedí en silencio y bajé. Poco más tarde, cuando buscaba en mis bolsillos la llave del coche, no sin antes interrogarme cinco veces cuál era la letra y el número y la zona exacta de su ubicación, me apareció una nota con un nombre, un teléfono y un "llámame, por favor". </span><br /></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-14436908326154804352021-07-13T09:13:00.004+00:002021-07-13T09:13:38.812+00:00Recuerdos <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaa0C-WZwpk7YqLZyh1cC-Nzv3SrQZLVuUTpEOdjCDiupVSbzF62inOl2SkkGhxZZI106ZPhXXeFdJdMGBDdLi7LucUWs4CUWVd8O5y61MLk2cFQ09lONPFLU4Nxkg4kdROz-C/s960/Carmen+S%25C3%25A1nchez+Lices.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="639" data-original-width="960" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaa0C-WZwpk7YqLZyh1cC-Nzv3SrQZLVuUTpEOdjCDiupVSbzF62inOl2SkkGhxZZI106ZPhXXeFdJdMGBDdLi7LucUWs4CUWVd8O5y61MLk2cFQ09lONPFLU4Nxkg4kdROz-C/w400-h266/Carmen+S%25C3%25A1nchez+Lices.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La tormenta casi nocturna nos impidió continuar el trayecto y, a un paso de la frontera con Portugal, tuvimos que parar y refugiarnos en el pequeño bar de carretera. Viajaba con gente totalmente desconocida, por lo que me senté solo al fondo, ensimismado en mis recuerdos. Cerca de allí estaba la cafetería en la que me encontré con ella la primera vez, en donde hablamos de mil cosas, especialmente de su creatividad artística. Después, como yo andaba errante, me invitó a descansar en su casa; fue cuando más constancia tuve de su personalidad, de sus palabras, de sus rizos, de sus tatuajes... Las estrechas calles del antiguo barrio judío donde vivía me dejaron el claro recuerdo de sus fotografías, ahora publicadas en revistas de medio mundo, como esa tan importante de Nueva York... Ahora, sentado en el bar, esa noche de tormenta, frente a un triste bocadillo de tortilla francesa y un café solo muy caliente, me vino el eco de su recuerdo... El eco de una de esas personas que, aunque hayas visto únicamente una vez en tu vida, han dejado un poso indeleble de alegría, como ella aquella otra noche de hacía ya algún tiempo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: xx-small;"><i>Modelo: Paola García. Foto: Carmen Sánchez Lices.</i></span><br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-73728333181756134972021-06-28T19:14:00.003+00:002021-06-28T19:14:51.845+00:00California Dreamin<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKP5jKoeWVNos4jFUaFnwun27Pdbvj6ZkCY7xGpHZF_4EQswT1SkFkOVRb_0ODlzBPXnYCEu3rZHS_8ZMejidgt9gDNHnW8DHLFVjNHEQaPrVuqvr5kH05_-a-kWebZIN-IyS9/s1600/Girl+in+a+train.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKP5jKoeWVNos4jFUaFnwun27Pdbvj6ZkCY7xGpHZF_4EQswT1SkFkOVRb_0ODlzBPXnYCEu3rZHS_8ZMejidgt9gDNHnW8DHLFVjNHEQaPrVuqvr5kH05_-a-kWebZIN-IyS9/w400-h300/Girl+in+a+train.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con las prisas de un mal sueño corro hacia la taquilla e inserto la tarjeta de viaje: el tren apenas ha arrancado y subo de un ligero salto a la plataforma final. Camino por el pasillo, desierto ese domingo de verano en California y allí la veo... Agazapada tras un <i>best seller</i> de bolsillo y aislada del mundo por sus auriculares, la misma chica de siempre: solitaria, con un café del Starbucks entre las piernas. Coincido con ella casi cada día, como con esas otras personas a quienes no conozco, pero cuyos rostros ya me son familiares. Gente del mundo, tan importante para alguien como lo somos tú o yo... Algunos días se me queda mirando, con esa fórmula de atisbar la tranquilidad por viajar con gente habitual: un miedo menos. A veces me pregunto quién será ella; o quién aquel ejecutivo con el <i>Times</i>; o la muchacha con las bolsas del Mall en el viaje de vuelta, sobre las seis... En el fondo aquí somos todos gente solitaria, viajemos hacia Berkeley o hacia San Diego. Algunos días nos molestan los grupos de playa, con sus ruidos, sus tablas de surf y sus formas estridentes de llamar la atención... pero el tren es de todo, ¿no? Cuando voy a bajarme tengo la costumbre de mirar unos segundos hacia atrás, como diciéndole "hasta mañana". <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-59394977569861390392021-05-30T19:02:00.004+00:002021-06-03T16:24:53.353+00:00Mirar atrás<p></p><span style="font-family: georgia;"> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLhwHZg9mlrAn3sKvWrgmenowINO0Zz5lJlPcMQpzjKUaU91bp57TGP_C2psg4LLbnasa3oaeNoBAuQr81gz5uIuaOa7wfzX6tF6gjDgA-dEqL8c4vzmGx_bNOuuT4faEEwf-i/s959/Foto+Sergio+Fdez.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="959" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLhwHZg9mlrAn3sKvWrgmenowINO0Zz5lJlPcMQpzjKUaU91bp57TGP_C2psg4LLbnasa3oaeNoBAuQr81gz5uIuaOa7wfzX6tF6gjDgA-dEqL8c4vzmGx_bNOuuT4faEEwf-i/w400-h268/Foto+Sergio+Fdez.jpg" width="400" /></a></div><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Me gustó volver a aquel lugar que tiempo atrás había representado un punto de encuentro para creadores, artistas y estudiantes. Donde las conversaciones seguían siendo ruidosas, aunque con mascarilla. Fui a la barra y pedí un blanco, muy frío; giré y vi pocos espacios vacíos: al fondo, una mujer de ojos expresivos y alegres manipulaba una cámara fotográfica. Educadamente le pregunté si podía ocupar la silla contigua, sólo un momento. Comencé a leer el diario, anoté algo en un cuaderno cuya tapa estaba ya casi suelta y, sin preámbulo me dijo: "es curioso que ya no me recuerdes". Me paré a pensar y por mucho que intenté apartarle mentalmente la mascarilla, no caí en la cuenta. Imposible. Se dio por vencida y me dijo quién era y de qué nos conocíamos. Me alegré, no miento. Nos pusimos al día más allá de dos o tres vinos y de la comida. Sentí la sensación palpitante de que el tiempo trancurría sin importarme, sin ruidos, más allá de esa forma de gesticular suya. Se nos hizo la noche y nos echaron casi a patadas del viejo sitio al que una avería del coche me había hecho regresar. Llegó el momento de despedirnos, sin inercias prolongadoras de la charla. Le ofrecí mi ayuda, me sonrió y se acercó; tras un profundo beso en los labios se fue diciéndome, a gritos y de espaldas: "muchos discursos, muchas promesas, planes de futuro... muchas cosas nunca cambian, mírame: siempre joven y siempre sin un sueldo decente ni estable... aposté por ser inmortal y la eternidad sólo es para nosotros, los pobres". Sonreí, porque la felicidad era eternamente suya... </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"> <i><span style="font-size: xx-small;">Modelo: Paola García. Imagen: Sergio Fdez.</span></i> </span><br /></p><p> </p><br />Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-54019296544739175952021-05-06T18:34:00.004+00:002021-05-06T18:34:41.409+00:00La última tarde de algo<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNoaGJj8pZWs6SQ4xo6D_BfhPfVbGFu_7LecxDpvvO7BqFbMZCNNHtBqI8308KiPqwdkwxW1L-zBQtLzu1UQI0uJQd17VImdNfsK-_OapiuCmGK37wl4VFRcH5RLEkHqK20UHm/s667/Yasmine+copyrigth.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="667" data-original-width="500" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNoaGJj8pZWs6SQ4xo6D_BfhPfVbGFu_7LecxDpvvO7BqFbMZCNNHtBqI8308KiPqwdkwxW1L-zBQtLzu1UQI0uJQd17VImdNfsK-_OapiuCmGK37wl4VFRcH5RLEkHqK20UHm/w300-h400/Yasmine+copyrigth.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Quedar con alguien despierta emociones inusitadas, distintas de otras sensaciones vitales. Cada cosa, con su ritmo, mantiene los nervios de un tono distinto. Aquella tarde llegué al Gran Café de Oriente de Praga con la misma puntualidad de otros momentos; saludé de lejos a Anezka, una camarera conocida, con la confianza de tantas otras tardes atrás. Y me senté frente a ella, sentada en la mesa de siempre. Con el tiempo las personas perdemos intensidad, posiblemente, aunque debajo de la mirada distraída nos quede la ternura y el recuerdo de tantos momentos, incluidas las caricias, las sonrisas y los síes a todo. La rutina instintiva me hizo pedir el trozo de tarta de tres chocolates habitual, con el mismo café vienés de la casa. La conversación ni siquera existió: ni vibración, ni fluidez, ni interés siquiera. No sé qué pudo pasar hasta llegar ese punto, ambos, cuando tiempo antes habríamos dejado cualquier cosa para contestar el mensaje más inmediato del otro. Ella sonrió forzada, me preguntó con normalidad y yo anoté en mi cuaderno sus pasos de ese día. Al tiempo, ella fue sincera: "te vas mañana, ¿verdad?". No hubo ninguna tensión: "El vuelo sale mañana, sí". Sonó a la última tarde de algo imprevisto. "¿Me llamarás?", añadió mientras salía del local, despidiéndose de Anezka con la mano. "Quizás", le respondí, mientras caminaba ya en dirección contraria. <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-28408140281369207402021-04-25T18:06:00.003+00:002021-04-25T18:06:18.747+00:00Otros caminos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf4FwWiouZtX2jKvD-BUtBECJuhaa_bVMMYJZ8rOe_r0CukNENar0zTJZeNYsjRfbHBzMOS82hrYoYDNn3H-y66TpuT-mIWHyZy_B3MjZ-2gLdqonrvTUl3TL_yd9CQgGbKfSm/s700/FB_IMG_1593806478802.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="700" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf4FwWiouZtX2jKvD-BUtBECJuhaa_bVMMYJZ8rOe_r0CukNENar0zTJZeNYsjRfbHBzMOS82hrYoYDNn3H-y66TpuT-mIWHyZy_B3MjZ-2gLdqonrvTUl3TL_yd9CQgGbKfSm/w400-h400/FB_IMG_1593806478802.jpg" width="400" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La sala de conferencias del hotel de Praga resultaba inescrutable; mucho más porque yo llegaba tarde y no encontré el cartelito con mi nombre. Me senté al final, para evitar el inglés oficial; por culpa de las mascarillas apenas pude reconocer a nadie. Hubo algo de tertulia, ciertamente interesante, al final; luego, en la cena, junto a mí se sentó una antigua compañera. Reconozco que el tiempo hace mella en mucha gente y tengo para mí que es notable en la gente de literatura, de las humanidades en general. Hablamos mucho, incluso de las huellas que el rencor dejó en ambos a cuenta de viejas rivalidades, por los egos subidos de tono, por fallos de cuando todos éramos tremendamente jóvenes. Por eso me sorprendió la invitación a su habitación, que acepté con la naturalidad que da la madurez, supongo. Me sorprendió que su cuerpo aún estuviese lleno de heridas y de rasguños por la vida, pero lo reconocí a pesar de los años de silencio. A veces, lo bueno y lo malo ocurren cuando no nos corresponde y cuando lo recuerdas, tan sólo es el ruido del tiempo. Por la mañana, mirando los dos por la ventana hacia el Puente de Carlos, me respondió a las dudas tantas veces agarradas al estómago: "me faltaba una asignatura y tú llevabas otro camino". </span><br /> </p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-54061143229487431522021-04-04T15:50:00.002+00:002021-04-04T16:40:35.789+00:00Ojos sobre la mascarilla<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOuRkSTPn8j4VdjVPjmC-zI1TiXr7FNEv0QYmsX98aEPKItoNSzJXcJrieNRBeoEoBiJLQtDuflXmu97UDGFNz6mXhtr00sp1eyZJ1P98iWvNQqjphJrrnm_w1C6O2cS14rG_k/s2048/chica+con+mascarilla.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1365" data-original-width="2048" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOuRkSTPn8j4VdjVPjmC-zI1TiXr7FNEv0QYmsX98aEPKItoNSzJXcJrieNRBeoEoBiJLQtDuflXmu97UDGFNz6mXhtr00sp1eyZJ1P98iWvNQqjphJrrnm_w1C6O2cS14rG_k/w400-h266/chica+con+mascarilla.jpeg" width="400" /></a></div><span style="font-family: georgia;"><p><span style="font-family: georgia;"><br /></span></p><div style="text-align: justify;">Sucede en una mañana festiva, tibia y silenciosa de primavera. El tren de cercanías va en silencio: acaso somos seis o siete personas. El despertador ha sonado algo antes de lo habitual un día como hoy; tras la ducha y un primer café aguado escojo algo que combine con mis años mentales, no con esos otros del DNI. Al salir a la calle he visto chicas corriendo o en bicicleta, también chicos entrenando en grupo. He sido horriblemente puntual, pero sólo yo. Desde el fondo emerge su silueta y debajo de la mascarilla, seguro, una sonrisa. Ni los móviles ni la pandemia me han quitado la emoción de quedar con alguien, como cuando con veinte años: mitad nervios en el estómago, mitad timidez al mirarla a los ojos. Luego, frente al café, minutos que vuelan y miles de cosas que se pierden, para dejar paso a otras. Con el segundo cortado la camarera nos obsequia un cambio de hilo musical: aparecen ecos de los noventa. Me fijo en sus ojos, pero también en sus uñas: ahora las mujeres adornan sus uñas con mucha elegancia, combinando quizás con la ropa, o los pendientes, o el tono del cabello; quizás, incluso, con sus ojos. Me fijo en cómo gesticula con las manos, explicando no sé qué de un trabajo suyo... Nos dan la hora y hay que irse. En estos casos lo suyo sería un beso, pero lo prohíben las autoridades sanitarias, así que nos emplazamos hasta pronto. Camino de donde sea que yo vaya, en un banco, dos novios, ambos pegados al móvil, sin enterarse de que la vida son unos ojos hermosos sobre la mascarilla. </div></span><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-30932213489156610062021-03-13T20:06:00.003+00:002021-03-13T20:08:04.356+00:00Pasos en falso<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw_t5y2mtdsbL0pIbDJ63RgcPhi22gsotf3Jf-EPpr79aVX1lP6966KyEiNnkdKlMggrwCdIEuoLrSXZGb6Z5NPyNqWEfpxyvY86k_5U-FuDcmn7PPqy1hi2nQbucjYQ5YdjRC/s1050/men+in+the+street+edimburg.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1050" data-original-width="700" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw_t5y2mtdsbL0pIbDJ63RgcPhi22gsotf3Jf-EPpr79aVX1lP6966KyEiNnkdKlMggrwCdIEuoLrSXZGb6Z5NPyNqWEfpxyvY86k_5U-FuDcmn7PPqy1hi2nQbucjYQ5YdjRC/w266-h400/men+in+the+street+edimburg.jpg" width="266" /></a></div><span style="font-family: georgia;"><div style="text-align: justify;">Cuando llegué a la estación, el tren partía ya, imparable; allí, en mitad de la noche gélida de una ciudad desconocida, estaba yo. Volví sobre mis pasos hasta el centro de la ciudad y encontré libre la habitación mal ubicada y peor ventilada de un viejo hotel que había vivido mejores momentos hacia la Segunda Guerra Mundial, no creo que después. Abajo, en el Café Royal, hubo tiempo, hasta la mañana siguiente, de dar cuenta de algún buen bourbon. Su música era manifiestamente mejorable y las voces en gritos de la clientela constituían la banda sonora de quienes no dormimos, atenazados por el recuerdo de pasadas meteduras de pata. Dejé sin contestar algunos whatsapp y en otros advertí que el día siguiente sería largo para mí. Seamos sinceros, el mal humor por perder el tren y por algún mal negocio me impedía fijarme en que de noche todos los gatos son pardos. Saqué un par de folios, un bic y me disponía a tomar notas cuando la joven camarera, sin duda temporal a la espera de algo mejor pagado, me rellenó el vaso y me obsequió con una mascarilla con el logo de la casa. Así fue otras dos o tres veces más, pero con café, como para subir la tensión a mil. A las cinco, la muchacha se sentó frente a mí, supongo que hasta las narices de servir a noctámbulos como yo. Me preguntó varias cosas, incluido el 'qué te trae por aquí', así que tampoco era cosa de ser grosero con lo único positivo de la noche. "Me trae un divorcio", respondí. Ella se sorprendió, tal como mostraban sus enormes ojos azules: "Sí, mujer, todos nos divorciamos de alguien o de algo en la vida; todos damos pasos en falso". Sonrió, como diciendo 'tienes razón'. </div></span><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-62568093897060166392021-01-24T19:16:00.000+00:002021-01-24T19:16:28.595+00:00Tras los viejos pasos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlwA2xix40W0weFRe5eRrGF1UBVdvEjZy9nnBhXsE0th4pKUnTFPHNQ5kZTvTTluBzySCCgbBjVR6fDSMbfTNK8JQAXi1DpMSmFWFlPgGMGNgtp68D-nQwCtqv9xo8Q5jVONhy/s1949/businessman_london_man_metro_night_public_transport_stairs_travel-1106285.jpg%2521d.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1949" data-original-width="1200" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhlwA2xix40W0weFRe5eRrGF1UBVdvEjZy9nnBhXsE0th4pKUnTFPHNQ5kZTvTTluBzySCCgbBjVR6fDSMbfTNK8JQAXi1DpMSmFWFlPgGMGNgtp68D-nQwCtqv9xo8Q5jVONhy/w246-h400/businessman_london_man_metro_night_public_transport_stairs_travel-1106285.jpg%2521d.jpg" width="246" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al llegar al viejo barrio, antes tan habitual, su paisaje había cambiado por completo. Una visita rápida me había llevado allí de nuevo. Dejé el equipaje sobre la cama del hotel y salí en busca de algún lugar en donde tomar algo; pero la apacible noche, rota por el ruido del tráfico, me invitó a pasear. Quizás la fisionomía de las calles era la misma, como también el acento de los grupos de adolescentes caminando por las amplias aceras; paré, confuso, frente a una sucursal de Fnac, en la misma acera donde ya no estaba la vieja panadería en donde comprábamos pasteles algunos días, al salir del Instituto público en donde había dado clases Gerardo Diego. Tampoco el cine de enfrente existía ya, ni el de la semiesquina, en donde recuerdo haber visto <i>Payback</i>. Ni la taberna de tapeo en la que comprábamos bocadillos, cuando no íbamos al <i>Burguer</i> -ese sí resiste-. Creí no reconocer ya el lugar: la famosa tienda de bacalao islandés, cerrada; la tienda de lámparas contigua, ídem. Incluso la vieja tintorería junto al cine, que los días de frío exhalaba calor, es ahora una franquicia de moda pija y horrorosa -sin que lo uno y lo otro vayan unidos-. Probé suerte en dirección al Retiro: los dos o tres sitios de cañas, reconvertidos en efímeras franquicias, ya no tienen gracia. Giré, ahora Goya abajo; además de la iglesia en donde en 1936 mataron a los hermanos del <i>cuñadísimo</i>, queda el nombre de la vía pública, casi nada más. Las tiendas de ropa son otras y la música a toda pastilla impide hasta entender la etiqueta. Se ha salvado Viena-Capellanes, la vieja pastelería de Pío Baroja y el edificio rehabilitado tras un bombazo de ETA es ahora, irónicamente, la Audiencia Nacional; incluso el enorme y viejo Instituto de Antonio Domínguez Ortiz, Gerardo Diego o García-Posada parece realmente del siglo XXI -con el frío que pasábamos allí en el XX-. Pedí un bocadillo en un <i>Pans</i> y decidí volver al Hotel y, quizás, a otra época entre Leguina y Ruiz Gallardón, o entre Barranco y Rodríguez Sahagún. </span></div><p></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-24610123895488606662020-12-20T19:09:00.000+00:002020-12-20T19:09:09.069+00:00El silencio ya es decir algo<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvFAlyo10JciM3DdXNPIq2cjhiObuOzIxA4x9dl7niyR520_AX6f-1cYZbDP9ltPR1kJNnaPnWdxzJa2Xb2s-Ds9VH1MxAU0c-7gekeA18zbWJZhTlI4j-7UFFE1UdMBTnXuun/s626/pasajero-tren-mascara-medica-mirando-ventana_23-2148753395.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="416" data-original-width="626" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvFAlyo10JciM3DdXNPIq2cjhiObuOzIxA4x9dl7niyR520_AX6f-1cYZbDP9ltPR1kJNnaPnWdxzJa2Xb2s-Ds9VH1MxAU0c-7gekeA18zbWJZhTlI4j-7UFFE1UdMBTnXuun/w400-h266/pasajero-tren-mascara-medica-mirando-ventana_23-2148753395.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hacía frío aquella noche en el andén de Calais, pero el tren ya estaba situado en su lugar, lo cual me facilitó subir de inmediato. Llegué con cierta antelación y un muchacho de la compañía me ayudó a acomodar el equipaje sobre mi asiento; me senté y anoté todas las ideas, recuerdos y circunstancias de esos días... A mi lado pasó un eminente investigador científico norteamericano junto a su nueva pareja: ambos me saludaron amablemente y siguieron hacia los Wagon-Lits. Al poco, una azafata bastante simpática y con un excelente español me ofreció tomar algo que rechacé y la vida se fue apoderando de aquel tren nocturno, con destino a algún lugar de Europa. Tiró con fuerza y los pilares de hierro de la estación se fueron alejando, mientras yo recordaba con insistencia las jornadas anteriores. En un momento dado, pero aún no de madrugada -creo recordar ahora-, advertí una mirada enfrente; unos ojos del pasado, mil veces entrevistos, pero ahora distantes y olvidados. Ocupaba unos asientos más allá y supongo que cayó en la cuenta, tras la mascarilla, de que en el otro extremo iba yo. Lo normal en estos casos, por cortesía supongo, hubiera sido acercarme y pronunciar alguna frase de circunstancias, de esas que no te salen bien, como "¿qué haces aquí?" o "¡Qué casualidad!", incluso un "¿Cómo va todo?" No quise decirle nada. El tiempo y el silencio son buen remedio y antídoto para todo mal, dicen; y en la vida, el silencio mismo ya es decir algo. <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-30381448.post-76330953254299686552020-12-08T18:09:00.000+00:002020-12-08T18:09:00.982+00:00Mask<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAn1OFm6Q2audXywFnpq7yBttaq1QgGPnQqHmko0oaCkA9dH08AX_P0rO_UZ9cPOokNRR7EwyV8D8u24SwAe7-mXMV-z-DzLuTBHwkcuFci9O9g1Hcbd4P8iQCNstaCXNsidDC/s626/young-woman-wearing-surgical-mask-outdoor-bus-stop-street_1153-5000.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="417" data-original-width="626" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAn1OFm6Q2audXywFnpq7yBttaq1QgGPnQqHmko0oaCkA9dH08AX_P0rO_UZ9cPOokNRR7EwyV8D8u24SwAe7-mXMV-z-DzLuTBHwkcuFci9O9g1Hcbd4P8iQCNstaCXNsidDC/w400-h266/young-woman-wearing-surgical-mask-outdoor-bus-stop-street_1153-5000.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin distraerme fui directamente hacia la parada del bus que une Boston con Hanover, New Hampshire. La gélida noche de noviembre apenas me permitió mantener firme la mascarilla y buscar el billete en el bolsillo. Pregunté a una joven delante de mí, sin duda universitaria por la tres maletas tamaño familiar que la delataban. En la parada quedaban carteles electorales, pero únicamente me fijé en los azules, más esperanzadores sin duda. El silencio se hizo absoluto, a diferencia del viaje anterior; algo así como si la mascarilla cortara de raíz el rollo, porque anda que no hablan los universitarios cuando viajan. El trayecto nocturno hasta el College me resultó absolutamente frío y descorazonador: en el interior del vehículo nadie habló, sin exceptuar a quienes hacían el viaje juntos. La pandemia confiere un halo de miedo absoluto cuando te ves en un lugar cerrado junto a desconocidos. De vez en cuando la chica de la fila, ahora arriba y sentada en impares, miraba hacia mí: leía <i>Los santos inocentes</i>, de Delibes, una de las lecturas que yo mismo recomendé antes del <i>mid-term</i>. Seguí avanzando sobre <i>Tormento</i>, de Pérez Galdós, pues las tres horas de trayecto -paradas incluidas- dan para mucho. Sonido de mensaje en mi móvil: "Profesor, ¿no me reconoce? Soy, Kate, su alumna". Levanté la mirada y, efectivamente, encima de la mascarilla esos ojos me recordaban la tercera fila, siempre tomando apuntes e interesada en la vida de los autores. "¡Qué alegría que vuelvas sana y salva!", respondí protocolariamente. Más adelante, añadió: "¿Sabe, profesor?, sus lecturas me ayudaron a pensar y me sirvieron para decidir mi voto", lo cual me alegró. En la puerta del Hanover Inn nos despedimos, hasta la primera clase, sin duda dura porque el nivel subiría. Quise ser cortés con ella y le pedí que algún día, cuando todo esto pase, me deje ver también la inteligencia de su sonrisa, sin la mascarilla, claro está. <br /></span></p>Francisco José Peña Rodríguezhttp://www.blogger.com/profile/04179435557374455645noreply@blogger.com0