Llueve sobre Madrid. Es un día gris y pardo. Las calles están desiertas. Apenas se ven abiertos el Starbucks y los quioscos de prensa. Salgo a la calle y no me cruzo con nadie. La ciudad aparece en duermevela, sin gente, deshumanizada. No es el barrio de Salamanca conservador y bullicioso. Me entra el estrago de la desolación. Y vuelvo.
2 comentarios:
Yo, en cambio, hubiera sentido el cálido abrazo de la soledad.
Ya ves, tan iguales y, sin embargo, tan diferentes.
Y ese ambiente es el que muchas veces busco y no puedo encontrar. Sólo es cuestión de estados de ánimos, de gustos.
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