22 de julio de 2013

"Mientras te espero..."


A que digas, a que te muevas, a que sonrías, a que me mires, a que me hables, a que te decidas, a que seas, a que actúes, a que crees un mundo, de ideas, de sueños, de sonrisas, de futuro... Mientras te espero buscaré la verdad alrededor, en ti, en mitad de la calle, en los sitios que nos recuerden, en las palabras que se grabaron, en el sueño que me invadió por ti, en los retazos del recuerdo, en el tiempo juntos... en ti, mientras espero... mientras te espero, a ti.

15 de julio de 2013

El avión... de Castuera


El caso del avión de Castuera (Badajoz) me recuerda al tiempo que don Carlos III a caballo estuvo orillado y corroído por la herrumbre en un almacén de la Casa de Campo, hasta que se entendió que su sitio era la Puerta del Sol; ¡qué menos para aquel alcalde que tuvo la villa y Corte! Pues este avión estaba destinado a una rotonda y no a volar, sencillamente, pero lo quitaron contra la voluntad de una gran mayoría de vecinos. Cuando lo entienda del todo, lo explicaré.

9 de julio de 2013

"Su silencio"


Jugábamos al mus (corrido y sin señas, que la resaca no atisba seña alguna) y hablé de su silencio, de tal modo que el anciano que hacía de mi pareja me dijo: "eso es como el silencio administrativo ese, el que calla otorga". Pero no estuve de acuerdo. Cuando uno espera algo de alguien, el silencio no es señal de nada, en todo caso de indiferencia, pero de nada más. "Se hará la interesante", señaló otro jugador, mientras daba unas cartas que me facilitaban un órdago a la chica -'menuda indirecta', pensé-. "No, yo creo que el silencio, en cualquier circunstancia, no es más que mala señal; vaya, que es como decirte no te contesto ni te llamo ni esperes nada de mí porque no quiero nada de ti", reflexioné. "Chico, las mujeres tienen la elegancia, a la par que virtud, de saber esperar lo que tú crees indiferencia", propuso mi pareja de mus. Me tocó lanzar el órdago; perdí... "Anda, anda, desafortunado en el juego...", bromeó el cuarto en cuestión, que apenas había abierto la boca. "¿Entonces, amigos, su silencio...?", inquirí. "Mira, la mujer que no quiere saber nada de ti no se anda con rodeos, te coge el guasap ese y te lo dice sin pamplinas, ¿estás?", soltó uno de ellos -no recuerdo cuál- mientras encendía un pitillo. "No, no estoy en ello...", insistí. "Mira, tú deja... si tiene interés ya te lo dirá, no sufras, si no también lo dirá sin equívocos, descuida; así que juega... que te toca dar", arreó. No sé, no sé... ¡Su silencio...!

8 de julio de 2013

Una actriz... Adriana Ugarte


Como dice María Zaragoza, la excelente escritora manchega, "todos los días deberíamos recordar a una mujer excepcional". Hace algún tiempo, cuando desarrolló aquel excelente y profesional trabajo dando vida a La Señora, en televisión, descubrí que, dentro de la nueva generación de intérpretes, Adriana Ugarte destaca singularmente (aquí lo dije) por su versatilidad, por su profesionalidad, por recordar que en la escena, en nuestro escenario (teatral, por mucho) destaca gente como ella: las clásicas tienen sucesión. Sólo soy crítico, sólo soy apasionado del teatro (nada más, nada menos), sólo soy alguien que cree que el teatro es la vida misma y la interpretación no es más que el sueño de la Literatura hecho realidad. Ahí cabe Adriana Ugarte, con todo lo que esta magnífica actriz (espero que por mucho y durante mucho) ha dado, nos debe dar y dará. ¡Suerte!

4 de julio de 2013

"Lo que se va, en la maleta"


Es hora de hacer la maleta: pondré aquellas palabras que nunca dije y aquellas otras con las que me excedí; introduciré la foto de aquella muchacha que ya olvidé y, quizás, la de esa otra que aún no llegó; echaré todas las lágrimas que derramé inútilmente y todas las sonrisas que no repartí; dejaré en el fondo lo que me faltó en la infancia junto a algún whisky de más que sobró alguna noche; pondré los libros que no debí leer y la lista de aquellos otros que sí debí tener entre mis manos; no faltarán los besos que nunca di ni los que me arrepiento de haber dado. En esa maleta irán las palabras necias que tuve que oír y las que yo mismo pensé siendo cruel con alguien; y, además, toda la atención que presté a quien no lo mereció y el recuerdo de no haber hecho todo lo que debí por quien de veras lo merecía. Allí irán todos esos malos momentos que me forjaron como persona y los sueños que se perdieron en el camino. En esa maleta acomodaré los teléfonos que no merecen la pena, con sus mensajes y sus whatsaap que me hicieron perder el tiempo... y el arrepentimiento por las llamadas que jamás hice o los sms que nunca respondí o esos otros whatsaap que sí debí haber encadenado y no hice; y los momentos en que no traté a algunas personas como se merecían y la importancia que di a quien jamás mereciera haber tenido mi atención. Y el tiempo que perdí y no disfrute o no fui feliz o no hice la locura que pensé, como cantar y bailar bajo la lluvia... Cuando eso todo esté, cerraré la maleta y cogeré un taxi en Londres, hasta los acantilados de Dover. Una vez allí, introduciré la piedra que fueron muchos corazones conmigo, la lanzaré al horizonte deseando que se hunda en lo más profundo del Océano. Y me quedaré con lo demás y empezaré de cero...

2 de julio de 2013

"Vergüenza para una hija"


Una madre y su hija adolescente; muy monas las dos, muy tímida la segunda; se cruzan conmigo un instante antes de que todos entremos en el despacho del abogado. No las conozco de antes, no las he visto nunca, simplemente nos saludamos con esa educación que hace el tener que pisarte el pie y la obligación de pelar la pava que conlleva, lo típico: "qué calor hace en Madrid en julio" (aún no recuerdo un julio bajo cero en Madrid), "qué bien que leas muchacho porque esta hija mía no lee nada" (no me extraña, llevas el ¡Hola! debajo del brazo, ¿qué ejemplo quieres darle?), "esto del whatsaap es lo más... mi amiga Puri y yo estamos picadísimas como crías" (aquí la hija ya no sabe dónde meterse y yo empiezo a desesperar porque la secretaria aún no me invita a pasar al despacho), "a ver si puedo imitar el sonidito del pajarillo del tono" (la madre ya desabarra)... y siento alivio cuando la adolescente, que ya es mi heroína, dice: "¡ay, mamá, cállate ya por favor!".

"La misteriosa doncella que sabía francés"


Salía de casa, camino de una cita literaria, quizás, y allí, en el portal, una china morena, sonriente, hermosa ciertamente, en posición de firmes (y prometo que no era militar), me saludó con tímida solvencia. Como yo salía apresurado y ya las prisas se me revelaron más tenues (la curiosidad, porque uno no se encuentra una doncella en el portal de su casa a no ser que sea una novela o una escena de cine, de época, of course) me preguntó que como los invitados a cenar venían desde Francia, allí estaba ella, para recibirlos en francés. Entra el primero, saluda y me suena de la tele... me despido de la chica, que ha prometido leer alguno de mis escritos y ya en la calle, me paro, dejo caminar el taxi que me correspondía (con el subsiguiente enfado de la señora que lo hubiera usurpado) y me digo "si ese tío sabe francés o viene de Francia, yo desciendo del Cid". Y sigo mi camino.