5 de marzo de 2023

La huida


Carolina Gutiérrez, alias la Espabilá, se casó con Tiburcio el viejo por su dinero. Eso lo sabía todo el mundo en el pueblo; el tipo estaba forrado hasta los dientes, pero simpático no era. Y guapo menos, aunque vino de Suiza con una maleta repleta de acciones y billetes, según dijo su difunta primera mujer. Una tarde, en la taberna de Juancho, me dijo Anselmo el pintor que la muchacha iba a coger la pasta y a largarse, porque todos sabíamos que el Viejo tenía dinero por encima de los dos o tres millones. "Como en las bodas de Camacho, pero con dinero", dijo exactamente el Pintor, muy leído el hombre. A mí me daba igual, porque yo ya no estaba enamorado de ella, pero normal no era: ¡si se llevaban unos treinta años! El día de la boda ella llegó tarde, se casó y en un momento del banquete en que dijo que iba al baño, metió el dinero en una maleta y se fugó con Vicentito, el hijo del veterinario, vago pero gracioso. Como no volvía, Tiburcio se barruntó el asunto y telefoneó a la Benemérita de Burgos. Los demás seguimos comiendo y bebiendo, como si nada, porque una boda así no se repite en años... La Guardia Civil les dio el alto en Aranda de Duero, pues iban a Santander y luego a Francia. Como el muchacho era un poco valentón, se enzarzó a tiros con los guardias, mientras que ella se subió a un Pegaso y huyó. Vicentito murió de las heridas, unos días después. Todos pensamos que lo engañó, pues ya nos decía su abuela que muy despierto no era. Claro que el padre de la Espabilá, tan bruto y dictador, le dio pie a la hija para coger el dinero y largarse. De esto hemos estado hablando en el pueblo dos o tres años, hasta que una tarde la vimos aparecer, sin un duro y sin delito, pues se había casado en gananciales.