24 de septiembre de 2019

The sound of silence

Cuando llegué al lugar ella estaba fumando, ensimismada frente a un café. No sé si me esperaba o se trató de alguna de esas inercias que nos hacen necesariamente monótonos, como la necesidad de repetir momentos. Comentó algo, asentí y cuando tuve la ocasión de decir algo y de cambiarlo todo, callé, no sé por qué. Alguna vez he leído que los silencios ya dicen algo por sí mismos, pero no lo voy a definir filosóficamente. Hace un tiempo el periódico traía una vieja historia de 1914, cuando un muchacho anclado en el frente envió una carta a la mujer que lo esperaba tras la batalla; la carta se perdió por mil vericuetos y al cabo de varias decenas de décadas un señor del Servicio Postal entregó finalmente la carta a la ya no tan joven muchacha: en su nueva vida, ¿qué cara y qué cuerpo le quedaría al ver que el que nunca dijo nada simplemente es que había muerto en guerra? Tengo para mí que las palabras, a veces, para qué... sin embargo, el silencio siempre dice algo: o la mirada, quizás sea la mirada la que dice aquello que los labios nunca. 

9 de septiembre de 2019

La chica de anteayer

De pronto, en un tiempo globalizado, una red social me indica que quizás conozca a esa chica de la foto con un rictus sonriente que quiere traerme algún recuerdo que, incialmente, no llega... Pico dos veces sobre la imagen -no clikeo- y comienzo a mirar las fotografías de la muchacha en cuestión: lo poco que tiene son imágenes con un perro; en otra más, toca la guitarra, no sé si con destreza o no; observo alguna más, con un conjunto de chicas, brindando en un restaurante más o menos elegante... Datos pocos y un nombre que me-viene-no-me viene al recuerdo. Hago cálculos y creo que debe tener algunos años menos que yo, pero deduzco poco más: no todos los días soy un buen detective. Salgo a la calle, abro el paraguas y camino unos centenares de metros hasta unos grandes almacenes; ya allí, me dirijo a la sección que necesito. Al salir, arrecia más el agua y es entonces cuando caigo en quién es aquella muchacha: alguien que se sentaba cerca de mí en la Facultad, tan competente, tan simpática, con aquellos ojos cargados de alegría... y entonces me digo "joder cómo pasa el tiempo y cómo demonios cambiamos todos".