24 de abril de 2022

La chica del premio

 

 
Algunas veces pensamos cómo será el momento en que nos reencontraremos con nuestros demonios personales, pero ese día te sorprende siempre sin avisar. Aquella misma mañana los demás miembros del jurado calificador del premio de investigación más importante del Ministerio decidieron que, dado mi desparpajo verbal, yo sería el presidente. Cuando la entrevista a los candidatos hacía aproximadamente quince años que no sabía nada de ella; de hecho, habíamos acabado mal, sin hablarnos siquiera después de la intensidad de los años universitarios. Confieso que estaba enamorado de ella y si no lo dije a tiempo fue porque al mismo tiempo lo estaba de otra persona. Allí estaba ella, en mitad del aula magna, con todos sus méritos, su elegancia natural, su forma de gesticular... Cuando leí su nombre y mi voz le volvió a la memoria fue cuando se quedó completamente blanca, pero pronto prosiguió su explicación con titubeante solvencia. El resto del jurado le hizo preguntas, yo sin embargo me abstuve, pero le hubiera preguntado por su silencio, algo fuera de lugar. Finalmente, la premiamos. Al día siguiente me marchaba a mi pequeña ciudad de provincia y se me avisó de que en la cafetería del hotel me esperaban; bajé y en la mesa del fondo estaba ella, asiendo una copa de vino tinto. Me invitó a sentarme, me dio las gracias -quizás porque me imaginó quitándole su premio- y me pidió una copa, que rechacé inmediatamente: "señorita, usted ha sido la mejor y lo positivo de esto es que yo no la conozco de nada". Salí sin girarme.