De pronto, en un tiempo globalizado, una red social me indica que quizás conozca a esa chica de la foto con un rictus sonriente que quiere traerme algún recuerdo que, incialmente, no llega... Pico dos veces sobre la imagen -no clikeo- y comienzo a mirar las fotografías de la muchacha en cuestión: lo poco que tiene son imágenes con un perro; en otra más, toca la guitarra, no sé si con destreza o no; observo alguna más, con un conjunto de chicas, brindando en un restaurante más o menos elegante... Datos pocos y un nombre que me-viene-no-me viene al recuerdo. Hago cálculos y creo que debe tener algunos años menos que yo, pero deduzco poco más: no todos los días soy un buen detective. Salgo a la calle, abro el paraguas y camino unos centenares de metros hasta unos grandes almacenes; ya allí, me dirijo a la sección que necesito. Al salir, arrecia más el agua y es entonces cuando caigo en quién es aquella muchacha: alguien que se sentaba cerca de mí en la Facultad, tan competente, tan simpática, con aquellos ojos cargados de alegría... y entonces me digo "joder cómo pasa el tiempo y cómo demonios cambiamos todos".
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