Es preciso establecer, como fondo de escritorio, la sinrazón. No dar pábulo ni al sueño ni al correveidile de turno. Tampoco es necesario el ingrediente de la esperanza, sólo la acción. Y si te miro y no dices nada y si no te entiendo y si no sé transmitirte nada ni siquiera lo que siento, o peor aún, lo que soy, no es porque no esté vivo, sino porque ya no estoy.
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