Sólo los muy necios se creen imprescindibles; sólo los muy mediocres creen que sus ideas son únicas y universales; sólo los que carecen de principios no cumplen nunca sus palabras. Y sólo los cementerios están llenos de imprescindibles. Es consustancial a cualquier sociedad, y mucho más si esta es desarrollada, que en todas partes haya gentes retorcidas y con probada doblez de miras. Siempre ha existido eso mismo y generalmente son aquellos que gustan del poder o la dirección por el poder y más si hay intereses económicos en medio. Esos son los que, llegados a este punto, configuran la sociedad y esos son los que contra ellos deben girar los intelectuales, sean estos de izquierdas o de derechas. Tengo para mí que el valor de las personas es saber estar en su sitio, ser fieles a las ideas y principios (los que los tengan por el mero hecho de haberlos adquirido, no de vivir de ellos) y cumplir con la palabra dada. Algo que en la España Imperial del siglo XVI (con sangre, sudor y lágrimas) era el valor del honor que, más tarde, configuró en sus dramas Pedro Calderón de la Barca; y que hoy apenas vale. Hoy queda poco de aquella huella, independientemente del magnífico ensayo que sobre el escritor y dramaturgo madrileño citado ha escrito mi amigo el genial profesor Jesús Pérez-Magallón, de McGill University en Montreal (Canadá). Está claro que la gente esa que se considera imprescindible no lee y lo poco que lee es el libelo que él mismo o sus conmilitones perpetran contra la sociedad, pensando que lo primero y principal es su pellejo y su modus vivendi. Podemos llamarles lo que queramos, que ellos harán oídos sordos, pero lo que realmente son (para toda una sociedad que espera soluciones y caminos) es gentuza.
2 comentarios:
la verdad, no entiendo tu comentario, ¿estabas enojado? E mi pueblo dicen, no me defiendas compadre.
Mariana
Un poco sí, Mariana, la verdad... esa gente... Lo único que quería decir es que hay alguna gente mentirosa y que no sirve de nada a nadie... :-)
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