Para Raquel Villena.
Fue uno de esos días atípicos que uno tiene, quizás de esos que se desencadenan después de una resaca o de un mal trago, que ambas cosas son distintas. Un domingo, creo, grisáceo y mortecino, sin nada que hacer o, a lo sumo, ponerse delante del televisor y visualizar una de esas películas malas del oeste que has visto mil veces. Cualquiera sabe. Miré, no obstante, el diario y allí anunciaban la actuación en el teatro local de una de esas actrices aún desconocida pero que te llaman la atención, una de esas chicas que te dan buenas vibraciones, no sé por qué.
Jamás antes la había visto ni había hablado con ella ni teníamos en común ningún círculo de amigos, con lo cual mi imparcialidad ante su actuación era indiscutible, o así me lo planteé yo. Llovía cuando salí de casa y arreció cuando me coloqué en la fila de entrada al único teatro de la localidad. Alguien me dio un folleto de la obra y de pronto dudé de su nombre, aunque ahora lo tengo claro: Raquel. Pasé y me senté, según mi costumbre, cerca del escenario, porque es ahí donde ves toda la esencia de la obra, como aquella vez que vi en Madrid Panorama desde el puente, de Miller, con aquella cortina de lluvia que parecía real y que me caló los zapatos.
La vi, era la joven rubia que actuó genialmente, con la peculiaridad de la expresividad de sus ojos y la cadencia de su voz, que actuaba a favor de la interpretación. Una joven muy guapa y muy solvente (extremadamente inteligente, lo cual descubrí inmediatamente también). Saqué mi Moleskine verde y anoté dos o tres cosas sobre ella. La última: “no me moriré sin que sea mi amiga”.
Hoy es su cumpleaños y hemos quedado para tomar un Martini blanco y hablar de cosas que nos hagan reír.
Jamás antes la había visto ni había hablado con ella ni teníamos en común ningún círculo de amigos, con lo cual mi imparcialidad ante su actuación era indiscutible, o así me lo planteé yo. Llovía cuando salí de casa y arreció cuando me coloqué en la fila de entrada al único teatro de la localidad. Alguien me dio un folleto de la obra y de pronto dudé de su nombre, aunque ahora lo tengo claro: Raquel. Pasé y me senté, según mi costumbre, cerca del escenario, porque es ahí donde ves toda la esencia de la obra, como aquella vez que vi en Madrid Panorama desde el puente, de Miller, con aquella cortina de lluvia que parecía real y que me caló los zapatos.
La vi, era la joven rubia que actuó genialmente, con la peculiaridad de la expresividad de sus ojos y la cadencia de su voz, que actuaba a favor de la interpretación. Una joven muy guapa y muy solvente (extremadamente inteligente, lo cual descubrí inmediatamente también). Saqué mi Moleskine verde y anoté dos o tres cosas sobre ella. La última: “no me moriré sin que sea mi amiga”.
Hoy es su cumpleaños y hemos quedado para tomar un Martini blanco y hablar de cosas que nos hagan reír.
1 comentario:
¡Qué bonito!
Espero que lo paséis bien :)
Un beso. ^^
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