Los literatos -da igual que escribas o simplemente seas profesor...- decidimos ser pobres cuando nos seudounimos a las Letras, pero de vez en cuando hay que ir al Banco. Está claro, a mirar si tu editor te ha ingresado algo o si Hacienda te ha devuelto la milésima parte de lo que has pagado de más o a protestar la nueva comisión que se han inventado. Este ejercicio no es habitual, pero hay que ir, insisto: in situ se discute mejor. Aquella mañana me fijé en Ella porque no sólo es hermosa, sino además infinitamente competente o, al menos, una de las personas más competentes con las que me he cruzado... Así que, como el que no quiere la cosa y por indicación de los titulares de todas las cuentas mancomunadas de la familia, decidí hacerme cargo de las gestiones en esa sucursal, en concreto. Y aprendí matemáticas: había una fila única cada día, la cual se bifurcaba en dos al inicio, para que te tocase la ventanilla uno o la dos, esta última la de Ella. Así que hacía mis cálculos para que me tocase con ella y, como uno es de letras, la primera vez metí la pata. Pero espabilé. Y desde entonces casi siempre me toca su ventanilla -ahora sí que estarían orgullosos de mí mis profesores de matemáticas-.
Me parece una chica estupenda y eso lo voy viendo con las conversaciones que nacen de la gestión que se realiza y con algunas otras más en el lugar del desayuno en que, esta vez sí, coincidimos por azar. Ya sé su nombre, su procedencia, alguna cosa que hace en los ratos libres y uno, claro, para quedar bien -vestigios de mis años del Instituto madrileño en que estudié- regala sus cuentos; vamos, las antologías: al menos la mejor de ella. No es caso de que parezca ramplón, de Paul Auster para arriba. Ya se sabe, además, que hay que causar buena impresión pues aún arrastramos fama de bohemios y en algún caso algo hay de verdad. El asunto es que el mundo está lleno de gente estupenda ahí, con la que te cruzas cada día, con la que hablas de cosas nimias, con la que compartes unos minutos que son tan importantes como otros y en este caso Ella se aparece con un perfil de persona estupenda. Tan sencillo como ir al banco y alegrarse el día, sobre todo su llueve como hoy.
1 comentario:
Esas sonrisas efímeras son las que recordamos en el momento justo antes de dormirnos. Y ya no tenemos pesadillas.
M.
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