No hay dos cuerpos iguales, no hay dos besos idénticos, no hay dos caricias similares, no hay dos personas igual de intensas. Hay mil historias diversas que contar, con el sabor de la última noche fría, bajo una Luna implacable, de la mano, al salir de aquel sitio, camino de un refugio inmenso que apenas vimos, sencillamente porque hay veces que no ves más que aquello que te empapa, te aplaca, te dice, te llena. Hace cinco años, quizás-por-decir-algo, los sueños eran otros y su cuerpo distinto, es ahora más ella, intensamente ella. No puedo olvidarla un minuto, a cada instante, como el flash de la cámara y eso que ahora la tengo más cerca, a la distancia de las nuevas tecnologías. Intensa, inmediata, posible. Así y no de otro modo.
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