Un día cualquiera, da exactamente igual. El coche me lleva por una carretera bien asfaltada, cómoda y, de vez en vez, me cruzo con otros vehículos de paso; la radio, además, recuerda que estamos en dos mil diecisiete: "Boletín de noticias; actualidad, en España, los partidos... bla, bla, bla". Al fondo, casas abandonadas; juntas, como sosteniéndose unas en otras; varias de ellas aún dejan ver persianas en alguna ventana; otra más, casi a su lado, tiene ya el tejado caído, la de la esquina recuerda que incluso tuvieron número y deja adivinar un cinco: imaginemos que es la calle de Albacete, por nombrarla de algún modo. Ahí, en ese pueblo o pedanía o aldea o caserío hubo un día gente; jóvenes que labraban las tierras colindantes -hoy olvidadas también- con sudor; mujeres que abarazaban a otros seres de corazón latiente; fiestas en verano y lágrimas en los entierros en algún camposanto olvidado por los deudos. La gente se fue, poco a poco, como sin darnos cuenta. Hace algún tiempo acudí a uno de estos sitios, ahora memoria de historiadores y poco más y fotografié su eco; una chimenea, decorada con pintura al fresco por un señorito con ínfulas de pintor; a la salida me dijo el abuelo: "pusieron el trasformador de la luz en el 61 o 62 y en el 63 ya no quedaba nadie aquí". Allí sigue el transformador, cortesía de Iberdrola, entre los cascotes de lo que un día fue caserío que albergó a trescientas personas, según un censo de 1916. Delante de mí un camión: reduzco, cojo velocidad y adelanto; así, contrapunto de la modernidad con el fondo de aquel pueblo de La Mancha, en que no quedan ni los ecos mudos en la noche; casas que en veinte o treinta años serán polvo; sitios en que hubo alguna tele y vieron al Caudillo irse, a Adolfo subir y bajar, a Naranjito o el petardazo de Chérnobil -en blanco y negro, eso sí-; aquellos días de frío hasta en los huesos, cortesía de las casas sin calefacción: hoy ni los reclaman los cazadores de herencias. Cada vez hay más pueblos abandonados, según las últimas estadísticas; cada vez hay más contaminación en Madrid o Barcelona, en los barrios que ya no son ni obreros, en opinión de la UE. Y digo yo...
2 comentarios:
Tremenda verdad y digo yo ....con lo bien que se vive en los pueblos que hacemos todos en las ciudades ???deberías Paco reflexionar sobre eso 😳????nos perdemos la tranquilidad,el sosiego ,la familiaridad de otras personas conocidas ..y sobre todo el SILENCIO!!!
Reflexionaré, en voz alta ;-)
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