En mitad de la canícula -o de la posverdad, según nos dé la gana- todos entramos en un lugar concurrido: pongamos por caso un bar, restaurante, tasca, tugurio o chiringito... y siempre estamos rodeados de lo que en otras eras glaciales se denominó ser humano. Pero, he ahí que cuanto más cercanos sean, peor: mucha gente decide de qué tipo es el resto -como las cédulas personales de la Restauración-; o sea, de tecera, de segunda o de primera... Son cosas de la posverdad y del modelo de clasificación de la tele, así como el que no quiere la cosa. Uno se toma un café, saluda, mira el móvil, lee la prensa, responde al camarero y mantiene una breve conversación con uno u otro, porque la gente pregunta, opina o quiere saber... lo normal, salvo esas personas escogidas que disecionan a simple vista y saben a qué categoría pertenece cada cual y sobre todo saben la cuenta bancaria de los demás sin verla. Cada día somos más los que alzamos la voz contra la superficialidad en la que está cayendo la mayoría, el ombliguismo del mundo, el mirar por encima del hombro... Posiblemente sea por el calorazo, como dice una amiga de acento extremeño; probablemente es que yo soy de esas conversaciones a los postres con acento murciano... quién sabe. Lo que me sorprende es el ejemplo de una persona así, muy de clasificaciones, muy de considerarse de la jet, que al hablar dice almóndiga, alvertencia y de-que-sí.
3 comentarios:
Ja jajjja el clasicismo siempre estará ahí y la verdad es que no lo entiendo porque unos deben considerarse superiores a otros,quizás son tan mediocres,tan simples,impersonales y sosos que sea así su única forma de llamar la atención !!!como bien decía mi padre si son tan ricos pues que coman dos veces,no te digo!!!
jajaja... Lo de mirar por encima del hombro nunca se me ha dado muy bien, o será que
me agrada tener los pies en el suelo y, al ser posible si se puede a nivel de playa mejor que mejor. Saludos
Gracias a las dos... ;-)
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