Ocurre siempre cuatro o cinco segundos después: la sensación de haberte equivocado al enviar un mensaje. No una equivocación de persona, no; equivocarte de acción, así como si ya supieras que la no-respuesta o la indiferencia de quien lo reciba es algo innecesario para ti, algo rutinario o monótono que no sirve para nada. Ahora, cuanto más conectados estamos, más impersonales somos; en esta época tan socialmente alterada, el espacio entre personas y sentimientos -o emociones- se hace cada vez más amplio y frío. Sí, sabes que te has equivocado y eso se verifica cuando el interesarte por otra persona se traduce en su silencio: hay quien dice que no obtener respuesta ya es una clara respuesta. A veces pensamos de qué sirve ser social, interesarse por otros que no quieren que nos interesemos por ellos o que nos responden cuando quieren algo... Es entonces cuando pensamos que no sirve de nada, que a pesar de las creencias que hay por ahí, nadie es más que nadie cuando otra persona se acerca para interesarse... pero la sociedad no cambia, que lo pienses tú no cambia nada, que una persona mantenga su código moral en un mundo inmoral -como pedía el filósofo- no sirve de nada.
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