24 de marzo de 2022

Le atendió...


En aquel momento y en aquella ciudad escribía de noche; cada día acudía al Murphy's pasadas las once post meridiem, pretendiendo acabar allí mi primera novela. Atendía la mesa Jenny, una chica procedente de algún lugar de Europa con intención de probar suerte en ese norte aristocrático que era la ciudad. No recuerdo día alguno en que hubiera ni media docena de personas, cada una a su manera, arracimadas en la barra; en una de las mesas, únicamente mis folios, la Parker y yo. Aquella camarera no tendría más de veintipocos años y me dejaba anotado su nombre en el ticket ("le atendió Jenny"), algo popular actualmente en este lado del océano, pero no entonces. Yo no conseguía dar forma a mi novela, menos aún supe burlar las formulaciones del New Criticism; pero tampoco la muchacha ganaba más de un puñado de dólares dejados como propina por insomnes como yo, Arthur Miller o un director de banco que abría su sucursal a las siete en punto de la mañana. Ella tenía un medio novio italiano que conducía un camión por la Ruta 66 y al que nunca veía, cuidaba de un gato enfermo y vivía en un caro apartamento sin ventilación del Upper East Side, más o menos cerca de mi casa. Confieso que una noche de nieve, solos ambos en el Café, confesamos nuestras penas con un café rebajado con whisky. Entonces yo no tenía un centavo ni había publicado más de dos o tres críticas teatrales sobre Miller en The New Yorker, pero estuve a punto de pedirle que se viniera a vivir conmigo. El día que lo supe fue una mañana sin preaviso en que su compañera Dorothy me dijo inexpresiva que había sido deportada.

No hay comentarios: