Lauren Mendinueta es una de las mejores voces poéticas actuales en lengua castellana. Ahora, su último poemario, “La vocación suspendida”, tiene una nueva edición en Hispanoamérica. El poeta Jon Juaristi prologó la edición española, del que os brindo los siguientes fragmentos.
Sorprende, en efecto, la economía de la metáfora en la poesía de Lauren. Como en el caso de otros poetas colombianos (y pienso, ante todo, en el gran Álvaro Mutis), la huida del barroquismo y, en general, de la oscuridad conceptual propiciada por un siglo de vanguardismo y experimentación, denota, según intuyo, un parentesco estrecho con la poesía cultivada a este lado del Atlántico por las últimas generaciones españolas, influidas, desde los años cincuenta, por los maestros del modernismo inglés (Eliot, Auden, Larkin), y hostiles, por tanto, a la desmesurada retórica de las corrientes rupturales que medraron en Latinoamérica desde los años de esplendor del surrealismo. En Lauren Mendinueta, las metáforas se limitan a las mínimas necesarias para mantener en funcionamiento un dispositivo de introspección puesto al servicio de la reconstrucción literaria del sentimiento amoroso, todo ello conseguido con una sorprendente eficacia psicológica que facilita en el lector la identificación y el reconocimiento. Los varios efectos del amor, toda la gama desplegada en la famosa enumeración del soneto de Lope, están presentes en esta poesía escueta, caracterizada por dos experiencias fundamentales: la ausencia y la esperanza.
La vocación suspendida es un poemario orgánico, cerrado, completo: una teoría del “dolorido sentir”, tensa hasta el desgarramiento y, a la vez, contenida. Lo suficientemente contenida como para permitir una lectura analítica y serena, que no es poca virtud y maestría. Lauren Mendinueta se revela aquí como una de las voces más individualizadas de su generación. Una voz extraordinariamente madura, dueña de sus recursos, que ha sabido edificar una tradición a su medida, sin dejarse dominar por ella, sometiéndola a lo que debiera ser el proyecto de todo poeta auténtico: la creación de un personaje dotado de una vida moral autónoma. En la obra de esta joven autora latinoamericana, con una evidente vocación universal –no ya suspendida, sino activada por su residencia lisboeta-, se encuentran algunas de las claves de lo que será la mejor lírica del siglo XXI, en el que la poesía renueva su vigencia ancestral. El Premio de Poesía “Martín García Ramos” se honra con su presencia en la nómina de los galardonados con una distinción que Lauren ha contribuido decisivamente a acreditar en ambas orillas del Atlántico, donde nuestra lengua común mantiene su prestigio merecido de ser materia, cauce y albergue de una de las literaturas mayores de la humanidad.
Sorprende, en efecto, la economía de la metáfora en la poesía de Lauren. Como en el caso de otros poetas colombianos (y pienso, ante todo, en el gran Álvaro Mutis), la huida del barroquismo y, en general, de la oscuridad conceptual propiciada por un siglo de vanguardismo y experimentación, denota, según intuyo, un parentesco estrecho con la poesía cultivada a este lado del Atlántico por las últimas generaciones españolas, influidas, desde los años cincuenta, por los maestros del modernismo inglés (Eliot, Auden, Larkin), y hostiles, por tanto, a la desmesurada retórica de las corrientes rupturales que medraron en Latinoamérica desde los años de esplendor del surrealismo. En Lauren Mendinueta, las metáforas se limitan a las mínimas necesarias para mantener en funcionamiento un dispositivo de introspección puesto al servicio de la reconstrucción literaria del sentimiento amoroso, todo ello conseguido con una sorprendente eficacia psicológica que facilita en el lector la identificación y el reconocimiento. Los varios efectos del amor, toda la gama desplegada en la famosa enumeración del soneto de Lope, están presentes en esta poesía escueta, caracterizada por dos experiencias fundamentales: la ausencia y la esperanza.
La vocación suspendida es un poemario orgánico, cerrado, completo: una teoría del “dolorido sentir”, tensa hasta el desgarramiento y, a la vez, contenida. Lo suficientemente contenida como para permitir una lectura analítica y serena, que no es poca virtud y maestría. Lauren Mendinueta se revela aquí como una de las voces más individualizadas de su generación. Una voz extraordinariamente madura, dueña de sus recursos, que ha sabido edificar una tradición a su medida, sin dejarse dominar por ella, sometiéndola a lo que debiera ser el proyecto de todo poeta auténtico: la creación de un personaje dotado de una vida moral autónoma. En la obra de esta joven autora latinoamericana, con una evidente vocación universal –no ya suspendida, sino activada por su residencia lisboeta-, se encuentran algunas de las claves de lo que será la mejor lírica del siglo XXI, en el que la poesía renueva su vigencia ancestral. El Premio de Poesía “Martín García Ramos” se honra con su presencia en la nómina de los galardonados con una distinción que Lauren ha contribuido decisivamente a acreditar en ambas orillas del Atlántico, donde nuestra lengua común mantiene su prestigio merecido de ser materia, cauce y albergue de una de las literaturas mayores de la humanidad.
1 comentario:
Gracias, Francisco, muchísimas gracias por compartir este buen momento.
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