Tengo que reconocer que una de las novedades más valientes y más interesantes de la Literatura Española del siglo XXI son los editores; los nuevos e íntegros editores. Y, como he expresado en otras ocasiones, uno de ellos, y muy significativo, es Miguel Ángel de Rus (otro día hablaré de otros).
Miguel Ángel ya era por los años noventa (aunque yo le empecé a seguir los pasos algo después) un escritor ingenioso, inteligente e interesante. Algunas de sus novelas son pedazos de buena literatura finisecular; delicias de ingenio y deleite que en nada envidian ni tienen que temer ante premios planeta condicionados, editoriales selectas (que ni arriesgan ni pagan) o autores apadrinados por estéticas pasadas de moda que incluso se explican en dos líneas en los manuales.
Pero lo interesante de Ediciones Irreverentes, la firma que dirige y patrocina De Rus, es que arriesga con nuevas voces realmente interesantes, ávidas de ingenio y teñidas de renglones de la actual mejor literatura, opinen lo que opinen los críticos canónicos que apenas se arriesgan, so pena que sus apadrinados queden en el cajón de los olvidos. Estos pretendidos críticos (en España se entiende por crítico todo el que mal lee algo) que en nada siguen al férreo Clarín o al exigente Larra, creen construir un nuevo canon estético con tres o cuatro nombres con temáticas redundantes, párrafos foulknerianos y demasiada metáfora (que en la prosa es un recurso aburrido, ralentizador e implacable). Y se equivocan.
Como se equivocan las editoriales de fuste (término de antes, más o menos del tiempo en que también era crítico Juan Valera) al apadrinar autores con títulos que sirven de ventas tres meses, se descatalogan diez días después y no se hallan ni en las bibliotecas. También iban de listos los que dijeron que nada valía “Cien años de soledad” o el que dijo que Harry Potter era un personaje aburrido. Deberían haberlos excomulgado e impedido su entrada, al menos, en la Biblioteca Nacional. O a leerse y resumirse “Rayuela”, de Julio Cortázar, un millón de veces.
Galdós fue crítico como Marqueríe, como Ignacio Agustí, o como Cela en “Papeles de Son Armadans”, lo que pasa es que aquellos construían la crítica; negociaban con las palabras que dirigían al lector hacia la calidad literaria; no sabían de este mercadeo de santos griales, masones y visigodos que en nada se parecen a la novela bizantina del siglo XVI, porque la gente se documenta en google o copia de mala manera.
Invito a entrar en la web de Irreverentes (www.edicionesirreverentes.com) y a que se genere opinión.
Miguel Ángel ya era por los años noventa (aunque yo le empecé a seguir los pasos algo después) un escritor ingenioso, inteligente e interesante. Algunas de sus novelas son pedazos de buena literatura finisecular; delicias de ingenio y deleite que en nada envidian ni tienen que temer ante premios planeta condicionados, editoriales selectas (que ni arriesgan ni pagan) o autores apadrinados por estéticas pasadas de moda que incluso se explican en dos líneas en los manuales.
Pero lo interesante de Ediciones Irreverentes, la firma que dirige y patrocina De Rus, es que arriesga con nuevas voces realmente interesantes, ávidas de ingenio y teñidas de renglones de la actual mejor literatura, opinen lo que opinen los críticos canónicos que apenas se arriesgan, so pena que sus apadrinados queden en el cajón de los olvidos. Estos pretendidos críticos (en España se entiende por crítico todo el que mal lee algo) que en nada siguen al férreo Clarín o al exigente Larra, creen construir un nuevo canon estético con tres o cuatro nombres con temáticas redundantes, párrafos foulknerianos y demasiada metáfora (que en la prosa es un recurso aburrido, ralentizador e implacable). Y se equivocan.
Como se equivocan las editoriales de fuste (término de antes, más o menos del tiempo en que también era crítico Juan Valera) al apadrinar autores con títulos que sirven de ventas tres meses, se descatalogan diez días después y no se hallan ni en las bibliotecas. También iban de listos los que dijeron que nada valía “Cien años de soledad” o el que dijo que Harry Potter era un personaje aburrido. Deberían haberlos excomulgado e impedido su entrada, al menos, en la Biblioteca Nacional. O a leerse y resumirse “Rayuela”, de Julio Cortázar, un millón de veces.
Galdós fue crítico como Marqueríe, como Ignacio Agustí, o como Cela en “Papeles de Son Armadans”, lo que pasa es que aquellos construían la crítica; negociaban con las palabras que dirigían al lector hacia la calidad literaria; no sabían de este mercadeo de santos griales, masones y visigodos que en nada se parecen a la novela bizantina del siglo XVI, porque la gente se documenta en google o copia de mala manera.
Invito a entrar en la web de Irreverentes (www.edicionesirreverentes.com) y a que se genere opinión.
1 comentario:
Muy interesante la página web. El otro día leía en una revista que actualmente hay una cantidad de master exagerada de ¡¡edición!!!, casi todas las universidades de renombre tiene algún master relacionado con la edición y la venta de literatura....estaba claro, en unos tiempos en los que hay saturación de todo y casi todas las cosas son un negocio, en la literatura ya no sólo cuenta escribir bien sino venderte bien, el que haya apuestas diferentes, como estos "irreverentes" , a los que nos gusta fisgar entre letras, nos vienen de miedo.
Un abrazo
Publicar un comentario