4 de octubre de 2010

Musas de la amistad


Por lo general cuando a una persona le cambia el estado de ánimo, influido por algún factor externo, suele notársele. Siempre he defendido que las enfermedades del siglo XXI serán las que afectan a la sicología de las personas y cada uno deberá asumir no solo su propio psique sino el de quienes le rodean. Yo, por ejemplo, estoy dispuesto no únicamente a batallar con mi propia sicología, sino también con la de quienes yo mismo elija y ello excluye a todo el mundo o a todo el mundo que crea que debe ser escuchado. El lado de carga negativa que uno quiera recibir de otro o transmitir al de al lado debe ser el mínimo y con cuenta gotas. Por ejemplo, yo estaría dispuesto a soportar el mal humor de Ella, pero no de nadie más de fuera de mi entorno personal.

La amistad es, en mi opinión, un sentimiento mucho más profundo que el amor (suponiendo que el amor exista) y por lo tanto es un sentimiento más elevado que el amor. Querer y tolerar a un amigo o a una amiga (y distingo no por la moda absurda de dividir el genérico en masculino y femenino sino por la complejidad de las relaciones) es algo voluntario y más profundo, puesto que el amor se extingue y la amistad no. Pero, ¿qué pasa si se mezclan las dos cosas? Como hay varios tipos de amor uno puede sentir algo parecido al amor (y más fraterno) por alguien (por ejemplo, la de los ojos de mujer fatal) que al mezclarse con la amistad agarra mucho más profundamente que cualquier otra cosa. Lo que no sé es si la gente lo entiende así.

Hay muchos tipos de musa y la que más me gusta es Talía, que era en la antigüedad la musa de la literatura, aunque de forma concreta de la comedia y de la poesía bucólica. Hace ya algún tiempo que yo escogí una, realmente alguien de verdad a quien, literariamente, se idealiza para convertirla en personaje literario. Menos mal, porque recoger a una persona (Ella) en toda su esencia puede ser una arma de doble filo: o supera a la obra o la obra es imposible con ella. Lo peor de todo es cuando en ello se mezcla la amistad o desconoces cosas, porque puedes caer en la tentación de que la mujer de ojos fatales real es como tú la representas y no como realmente es. Al final son como las muchachas de Roy Lichtenstein (ver la imagen): perfectos retratos.

(Hoy es San Francisco de Asís).

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

Felicidades con retraso. La verdad es que nunca me entero de los santos.