A Usted.
Permítame que le escriba, señorita, sin acuse de recibo. Permítame que le diga que es Usted quien enturbia mis sueños, quien matiza mis pensamientos, quien origina mis silencios. Permítame, señorita, que le diga que es en Usted en quien pienso en un grito silencioso y que es Usted lo primero que recuerdo en la mañana y lo último que olvido en la noche. Tiene Usted que saberlo por si fuera motivo de delito por mi parte o si, al contrario, fuera un motivo que Usted deba poner en su curriculum. Disculpe que le escriba esta carta sin acuse de recibo para que tenga Usted constancia de que la admiro desde el mismo instante en que apareció frente a mí; permítame que le señale que jamás olvidaré ese primer instante, la fortuna de que nos conociésemos Usted y yo y lo difícil que es que esta carta le llegue, aunque espero que si la lee no la deje indiferente. Permítame que le diga que la admiro... Permítame que le diga que estoy aquí a su entera disposición para cuando y para lo que Usted quiera.
Usted, señorita.
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