Con el sudor de la noche veraniega y bajo la intensa pesadilla que te atenaza, amigo, un vago recuerdo. No quizá de otro tiempo ni de otras horas; a veces los sueños adelantan cosas: como aquella vez que soñaste una traición que se materializó pocas semanas después; una puñalada como a Julio César, nada menos. Es como si lo que se dice en el sueño tuviese un regusto de alcohol, de nutrientes que no se metabolizan como deberían. La vida es así de puta y de cruel: hoy estás aquí y mañana en otro lado y lo que ahora es merengue más tarde es un puñado de sal. Únicamente siendo un poco capullo, dicen, sales adelante, sin dejarte llevar por moralinas ni por blanduras. Claro que yo no soy así, justo lo contrario. Pero habrá que tirar para adelante: si viene el toro, me quito la camiseta y lo capoteo. Y eso que no soy taurino. También es verdad que para un sueño que tiene uno... lo mejor es café, mucho café, a la mañana siguiente.
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