26 de octubre de 2013

"Sin cambiar de principios"


"Nene, hay que saber estar...", así sonaba la banda sonora de tu adolescencia. Estar en tu sitio, defender tus principios fundamentales sin cambiar de bandera. No es sencillo: con encender la tele y ver a los conversos es suficiente. "Nene, todo lo más se mete la pata, pero jamás la mano", te decían, insistiendo, con tenacidad; era como plantar la semilla para que el árbol no se torciera. El Colegio, público (el único público de aquella zona de trescientos mil habitantes); el Instituto, público (el único público para una población flotante de trescientos mil habitantes); la Universidad, aquella que hicieron en la dictadura bien alejada del centro, también pública. Y tú, que habrás dado mil vueltas, que te has ido de mil sitios porque no te pliegas a ninguna disciplina, estás allí en la calle con esa gente adolescente que tan bien te cae (hay futuro, hay generación, hay materia prima... si moldeamos a base de Educación y Cultura -vamos, lo que pedía Unamuno hace cien años-). Tienes para ti que de la Educación, de los chavales, del futuro hablan los cuatro que no tienen mucha idea: los que lo han conseguido todo con el medro y la voz callada. No, esos no gritan, como los chavales de la foto; como toda esa gente que ven a su padre y a su madre en el paro y reciban la carta del segundo aviso de la luz, o del agua, o del gas; o cuyos padres no se ponen al teléfono para no decirle al director del banco que no pueden pagar otro recibo del préstamo del piso (¡qué alegría el día que se dieron un beso: "¡ya tenemos piso, mi vida!"). Tú, al menos, sales a la calle y el anciano del banco de enfrente te saluda; y las dos viudas que caminan para bajar el colesterol; el agricultor que se recoge ya para ver el fútbol... Y es que, al menos tú, una gota de agua en el océano no has cambiado tus principios: "que no, que no, que la Educación no se paga y punto". Es como aquella vez que te preguntaron: "¿a ti qué te pide el cuerpo, irte a casa o dar guerra?"; paraste un rato y como te ibas a casa respondiste: "a mi, dar guerra antes de irme a casa".

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