1 de noviembre de 2013

El desorden de los nombres


Para Elena, que hoy necesita mimos...

Una vez alguien piropeó a la excelente poeta Yolanda Castaño diciendo que no en vano su nombre empieza por yo y su yo poético es excelente, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. También es verdad que Sabina (ahí la tienen con su serena belleza, en la fotografía que ilustra este post) me da pie a irme con ella un sábado (sa- de saturday) de marcha por su Praga tan admirada por mí. Elena empieza por él (o su variante ella), luego lo dice todo, la totalidad de la amistad o de la intensidad de una relación, por ejemplo: todos decimos 'él' o 'ella' para omitir el nombre propio de quien amamos o nos gusta o quien comparte su vida con nosotros. Noemi, además, empieza por no, o sea, negación de entrada... Las cosas son así. Esther (estoy pensando en una de mis mejores amigas) es, lo es, la totalidad de serlo como amiga. Víctor, por añadir algún masculino, es la victoria y quien lo conozca no dudará. Mamen, me paro a pensar, tiene instinto de madre (ma- de madre) aunque sea de eso que hoy día se dice de tu mascota; o Inma, con esa preposición inglesa (in) que denota lo que está de moda: bien es cierto que no conozco a nadie cuyo nombre empiece por out, justo lo contrario. Mila representa la milésima (mil-), recurso indudable para alguien que, como ella, se dedica a la restauración. Belén (que esto lee y empieza por bel-) no deja de ser una adolescente hermosa escritora... Y... finalmente, Francisco: ese inicio para algunos con fra- de fracaso o fra- de fraternidad, ustedes elijan.

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