18 de enero de 2014

"El tipo del horóscopo"


"Oye, journalist, escribe lo del tipo ese... ¡media sin foto!", me dijo el director desde la pecera que es su despacho, al fondo de la redacción. Me quedé en blanco hasta que caí en la cuenta de que se trataba de la historia del tipo que se había enganchado al horóscopo: hay quien se engancha a una mujer, a un vaso de whisky, a las cartas, a las drogas, al móvil...; pero este... al horóscopo. Bien, hace un tiempo salí en busca de una noticia y, en un bar no muy elegante de una lateral de Gran Vía, encontré a unos parroquianos (de esos que llevan el pelo sin lavar semanas, ropa de felpa que apesta a tabacazo y demás: hasta las señoritas de Montera que frecuentan enfrente me dan pena, cuando tengan que atender a semejantes especímenes) que me dieron su nombre. El tipo se sentaba en la mesa del fondo todos los días, pedía un café, cogía los diferentes diarios y publicaciones astrológicas (ciencia esta que respeto) y se dejaba guiar por el horóscopo: "encontrará a una mujer inquietante" y, efectivamente, la guardia municipal le clavaba la multa; "recibirá una herencia" y, de hecho, le llegaba la notificación del notario de su tío del pueblo indicando que había dejado un pufo de mil euros que tenía que pagar ipso facto; "el Sol, en conjunción con Marte, le traerá suerte en el azar" y, como a mala leche, le tocaban un perchero y un canario en el sorteo navideño del bar de marras... Un día, incluso, vendió su Renault 5 porque decía la predicción que "deshacerse de un objeto que posea mucho tiempo le reportará seguridad en sí mismo" y sí, tan seguro, que el comprador jamás la pagó. Total, que un día le dije a la chica del horóscopo de mi diario que se viniese, para explicarle que la mayoría son aleaciones de ordenador que te dicen que vas a ligar y todo eso... El hombre no nos creyó del todo; se enfadó, estuvo hermético y nos despidió diciendo que el horóscopo de ese día le recomendaba "no hacer caso de extraños". Los parroquianos reían, la chica del periódico estuvo a punto de vomitar por la impresión de suciedad que se veía en el local y yo, un servidor, le dije que ya mi abuela, sin horóscopos ni leches, me decía lo mismo.

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