21 de febrero de 2014

"La casualidad de cruzarse de nuevo"





Piensa la gente que las casualidades no existen, pero yo creo que hay días que sí. Llegas a la estación en taxi, con algo de prisa porque vas al Norte a dar una conferencia sobre poesía actual y el tren está casi a punto de salir. Corres un poco, pero de repente notas que ya no eres aquel crío que corría detrás del balón... La azafata, que está horrible con uniforme de guardia de seguridad, comprueba tu billete y pasas el control. El panel te dice que el tren se demorará en salir, aún, un buen puñado de minutos. Te sientas y sacas el libro que estás leyendo (como no eres tan friki, estás con una policíaca en la que el detective no se liga a la chica); suena el whatsapp y vas a mirar quién te escribe (que tampoco será quien tú crees, porque no dejas de pensar que las casualidades no existen), pero, de pronto, allí la ves: la persona que un día fue muy importante para ti y que, ahora, pasados los años que hayan pasado, ya no lo es... ni sabes nada de ella. Es más, como eres tú, tienes que hacer algo de memoria para recordar su nombre. Te das cuenta de que ella también te mira, con la misma cara de pez espada que tú a ella. En el whatsapp el mensaje es de otro alguien que es mucho más importante para ti, justo ahora, que esa otra del andén lo fue en su día; la intensidad es distinta: como si el tiempo te hubiera premiado la impaciencia, o justo lo contrario, vete tú a saber. La speaker metálica de la megafonía anuncia el embarque y te vas hacia allí; ella entra por la puerta contigua y, cuando crees que te ha reconocido, se lanza con un "Perdone, ¿me podría decir la hora que es?" Tú, que no vas a romper el drama, dices: "Justo la una". Mejor así, crees; pero piensas, mientras la miras, que ha engordado, sobre todo su culete. Lo que no sabes es que ella, que quería comprobar de cerca que eras tú, se ha dicho para sí: "¡con lo mono que estaba con la raya en medio y ha perdido pelo!" 

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