No nos atrevemos a decirlo y, al pasar el tiempo, o nos arrepentimos o nos asaltan las dudas. Sí, aquella mañana nos saltamos la clase y decidimos irnos al café de enfrente; poco importaba que nos pillaran o no haciendo pellas. De pronto vi al cartero recoger las cartas en uno de los pocos buzones que aún sobreviven en España y fue entonces cuando nos asaltó, a los que allí estábamos, la duda, la incertidumbre o, seamos sinceros, la jodienda de que pase el tiempo y las cosas se queden a medio. Que sí, que sí; que hay veces que dejas para otro momento decir algo importante, porque presumes que la persona a quien vas a decírselo (qué sé yo: que la quieres, que te apetece irte a cenar con ella, que te devuelva ya los cincuenta euros que le prestaste aquella vez, que te conteste los whatsapp de vez en cuando... cualquier cosa que nos resulte importante) no va a estar preparada o no le va a gustar o no va a saber cómo encajar lo que le dices. En fin, sí, que lo dejas; lo vas dejando porque cada día te trae algo nuevo (bueno, malo o ambas cosas) y es esa acción que se queda ahí. La gente, madura, se mueve: v-i-v-e. Y resulta que te encuentras cinco, o diez o quince años después con que jamás dijiste lo que querías decir (y, entonces, esa persona ya es otra porque sencillamente su vida es ya distinta) y siempre te quedará la incertidumbre de qué habría ocurrido si hubieras sido valiente y le hubieras dicho, mirando a los ojos y poniendo una hermosa sonrisa, lo que te pedía el cuerpo decirle. Ahí queda: miles de cosas sin decir, miles de otras vidas vividas de otro modo que hubieran sido otras realidades. Pensamos en el qué dirá antes que en el propio mensaje, tienes narices. Pero... Antes nos decían, ante algunas cosas (el amor, una entrevista de trabajo, una petición de perdón...), que el no ya lo teníamos, que lo importante era ir a por el sí. Y pregunto yo: ¿por qué jamás hacemos caso a los mayores?
3 comentarios:
Pasan los días y ves que la persona a la que quieres decirle todo, ya es otra. Tarde, ya ha cambiado.
Y sí, te cuestionas el; si se lo hubiera dicho, quizás hoy yo sería el motivo de su sonrisa. Quizás, seríamos felices.
Incluso, María, a veces es necesario serenarse ante un solo de piano, porque quizás la persona a la que tenemos que 'decir' estar esperando que se lo digamos. ¿O no?
Yo sí suelo hacerlo si hay confianza. Las cosas, entre amigos, han de decirse. Las cosas claras... No hay mejor momento, mejor lugar, mejor compañía que la del ahora, aunque a veces otros factores nos hagan dudar.
L.
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