La gente cree que los escritores son esos tipos con barba de tres días, cigarrillos americanos y petaca de whisky que escriben novelas de mil páginas; la misma gente cree que los escritores son también tipos bohemios, sin motivo ni razón, y que lo mismo bailan bajo la lluvia que escriben un poema a los niños de Eritrea: en esto, quizás, lleven alguna razón... Los que escriben, decía aquel maestro de novelistas, son esos tipos que ven el alma detrás de una mirada o, como yo, niños que jamás se atreverán a confesar su amor a la musa, por el miedo heredado de un pasado de mil colores. Aquella mañana de frío, en el Madrid bajo las bombas de neón, el ventanal del Starbucks permitía dominar una historia de verdad; ahí fue cuando aquel poeta amigo tuyo te dijo: "amigo, la realidad y tú sois la misma cosa; ella pone la imagen, tú le escribes el guión". Enfrente había un letrero grande que decía "Dilo tú, díselo a otros". Y te pusiste al instante. No hay nada que disfruten tanto tus dedos, después de una caricia, que el leve teclear sobre la puta realidad en tu ordenador: aunque molaban más los tiempos de la Olivetti, cuando te cagabas en todo lo que se meneaba cuando había que repetir la página. La otra tarde, al escuchar del protagonista de La Señal aquello de "Olvídese de esa mujer, tiene mala música", te paraste en seco y dijiste: "Joder, ¿y si me atrajesen las mujeres con mala música?"
3 comentarios:
Se te ha olvidado decir que los escritores modennos también llevan sombrerito. Jajajaja.
Y que no existe la mala música, sólo hay gustos distintos...
M.
"Mujeres con mala música" ¡me encanta! pero yo lo aplicaré a los hombres.
Besos
La mala música quizás la cambia una sonrisa. Sí, aplicarlo a los hombres...
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