He olvidado el sonido de tus pasos y el dibujo de tu rostro, con la sonrisa incluida. La vida tiene estos extraños giros, de pronto, alguien como tú, se va, sin decir adiós y sin cerrar la puerta... No sé qué pusiste en la maleta ni qué fue lo que te infundió indiferencia, pero ya casi no existes: no oigo tus palabras ni recuerdo tus ojos mirarme fijamente; apenas sé ya cuál es el sonido de tu nombre; ni siquiera, a destiempo, suena un mensaje tuyo... ¡Nada! Te fuiste y tu respuesta es el silencio de tu ausencia. Ya no te espero, no debería esperarte: posiblemente jamás nos volvamos a ver, frente a frente, tú y yo; quizás ya nunca sepamos el uno del otro esas cosas que queremos saber y aún ignoramos; es probable que algún día, en un sueño o una pesadilla, se aparezca tu cuerpo y quedes relegada a esos instantes de ansiedad tan malos, que pasa uno en soledad. Tú fuiste tan importante, que cada letra que escribía entonces llevaba tu perfume y ahora, no sé por qué el destino tiene estas cosas, apenas nos hablamos. No sé si es que tú has huido, o yo estoy muerto, o simplemente el calor del verano ha roto la cuerda que nos unía. Ya sólo me queda el silencio de tu ausencia.
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