La sensación es rara cuando, de repente, descubres que te has equivocado de persona... Eso, sin duda, descoloca. Sentado delante de un café esperaba la llegada de una vieja amiga escritora, la cual me iba a contar que su chico la había dejado o engañado o... y yo tenía que hacer de psicólogo, como siempre me ha tocado. Tampoco uno es maestro en eso, pero dicen ciertas mujeres que sé escuchar; debe ser esa mezcla entre detective y escritor que llevo conmigo. Las relaciones pesonales son jodidas y, quien afirme lo contrario, no tiene puñetera idea. Ahí estaba ella, con su llanto, con sus problemas, con la soledad esa que queda después de una relación truncada; que parece que el mundo se hunde y lo que realmente ocurre es que te da una nueva oportunidad. "Pues anda que no hay ahí labios que besar, abrazos que dar, emociones nuevas que vivir", le dije. Nada, caído en saco roto. Ya sé que los egos se recomponen despacio; que el orgullo de haberse fijado mal en alguna persona permanece, pero la vida te sale al encuentro, como el título de aquella novela. De poco le serví, creo; de poco mis palabras y mis consejos -los de un inepto, como cualquier escritor-, pero parece que un resorte se le encendió cuando se me escapó un "anda mujer, que hay ojos que se enamoran de legañas". Sonrió y entonces le conté cómo en un pueblo de Segovia, al que huí refugiándome de un desamor, un viejo del sitio que no me conocía, me dijo: "anda muchacho, que eres tú mucho pollo para tan poco arroz". Y es que, ciertas cosas, las llevamos escritas en el alma y se nos leen en la mirada.
2 comentarios:
Bueno, por fin me he puesto al día.
Genial como siempre.
Mil besos
Gracias, como siempre.
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