A veces creo que el ingenio español aún tiene mucho que decir. Cojo el coche y me voy a otra ciudad: allí he quedado con una amiga y, frente a un café, nos vamos a poner al día de nuestras vidas y milagros. Cuando llego, frente a la cafetería en que hemos quedado veo su coche aparcado y el maletero totalmente abierto, con una salvedad: dentro no hay nada. Primero pienso en no decir nada, puesto que el café se alarga, nuestra conversación también y la complicidad ante el fracaso y el acierto... pero, justo cuando voy a marcharme me surge la duda -la inquietud y el cotilleo, seamos sinceros- y, entonces, le pregunto. "Es sencillo -responde-, como apenas hay aparcamiento en esta zona, lo dejo en la puerta, abro el maletero, entro y me tomo un café contigo y, si por casualidad viene la Policía, les digo que estoy descargando", concluye, con su sonrisa de niña buena y sus ojos de mujer fatal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario