"A veces no es tan fácil como uno prevé", me decía el viejo reportero tecleando en su Olivetti que, junto al cigarrillo, desafiaba la modernidad del 2014. Y es que, efectivamente, hay personas que no resultan beneficiosas para el futuro y si uno no aprende que, cuando les dedicas tiempo y no te devuelven ni la mirada, hay que olvidarlas, entonces tienes un problema. La Olivetti seguía sonando de fondo y el tipo se quejaba por lo bajo; mi rostro, desencajado por el desamor -si esa cosa existe-, me impedía responder mails y llamadas... "Oye, tío, que no existe una única persona en el mundo, menudo superávit de gente", animaba para consolar mi frustración al descubrir que la otra persona sólo se acordaba de mí cuando me necesitaba, o ni eso, que por lo demás siempre tenía algo que la ocupaba. De pronto, se levantó, trajo su silla junto a la mía en la Redacción y me interrogó. Me aconsejó la distancia y el olvido y, de paso, me explicó que siempre pasan estas cosas, hasta a quien no lo reconoce. Lo miré atento y aún quiso añadir algo antes de bajar al bar, a echarse un vino peleón: "Lo más difícil no es entrar, sino salir de la cama. Más vale dormir sólo que con la muerte", se encendió otro cigarrillo y me gritó desde el fondo que si quería un whisky me lo dejaba pagado. Decidí, ya con el whisky en la mano, que saldría de su vida y que le fuera bonito.
2 comentarios:
Ponme a mí otro whisky, que te acompaño con mi copa...
Hecho :-)
Publicar un comentario