"Hay días en que no entiendo la realidad, sólo que la realidad sí me entiende a mí", sobre todo en días como hoy, cuando el ánimo escasea y me replanteo dejarlo todo, salvo que... Es posible que empezase a escribir por culpa -o a causa, no sé ahora- de una mujer, como les pasó a muchos otros antes: la cosa es que la mujer se fue y la necesidad de representar la verdad de las mentiras se quedó. La imperturbable necesidad de contar historias con mujeres protagonistas; de amores frustrados, que es el silencio sordo de los sensibles; o sencillamente pintar la realidad del momento: los que no pueden hablar por sí mismos necesitan una voz. La diferencia entre los periodistas y escritores es que aquellos cuentan la realidad, los juntadores de letras construimos la verosimilitud porque no tenemos línea editorial. Al principio fueron hojas rotas: uno no dio en el clavo, cuando la Universidad; luego fue poner voz a la libertad, contar que millones de judíos fueron aniquilados; o las horribles dictaduras que me turbaron, sobre todo la de Videla; cómo perecieron muchos ante un pelotón de fusilamiento sólo por querer un mundo mejor; cómo queremos hoy otra democracia y otros dirigentes... Ser social en medio de esas otras historias en que una musa sonríe o mira o pone sus manos sobre sus piernas... suponiendo que la musa me lea. Nadie que use la palabra como medio de trabajo puede permanecer callado ante la realidad, porque ya nos enseñó Galdós -escritor y periodista- que history y story deben ser todo uno, por verosimilitud... Vaya, que en días como hoy, con el alma bajo la lluvia -o en la ducha- puede uno pensar que las carencias afectivas lo atenazan, pero que la voz, por mucho que apriete la primavera, debe seguir teniendo un valor: el de hablar por todos los demás.
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