Salgo de casa y, muchas ocasiones, parece como que la veo ahí esperando, con su singularidad; con la esencia que la hace tan diferente como admirable. Algo dentro de mí me dice que no: está en otro lugar y en otras cosas. Únicamente recuerdos, pensamientos... esa lucha constante entre la realidad y el deseo -de una sonrisa, de un café, de un saludo, de un par de besos- que nos mata desde aquella generación del '27. Anotando en el cuaderno de tapas verdes esas realidades, que jamás querría olvidar, echo en falta que nunca he narrado la primera vez que la vi -con su mezcla de flash fotográfico y de irrealidad: no me lo creía- y anoto en un post-it que debo hacerlo cuanto antes, no vaya a ser que entre la dichosa oposición y el inglés se me olvide algo. Hay quien puede pensar que esta forma de decir no es más que un relato de variaciones sobre el mismo tema; otras voces, menos atrevidas y más sensatas, dirán que no es otra cosa que una lucha interior entre la realidad y la materia novelable... y, en definitiva, es que su forma de mirar, con su voz o su postura al sentarse -por citar de memoria-, no es más que se juntó el pan con las ganas de comer: yo buscaba musa y ella se puso delante. Allá los ríos de tinta que quedan por ser corridos...
3 comentarios:
Qué poético!
Gracias, poeta. No dejes de escribir versos.
¡Gracias a tu musa que te inspira y compartes con nosotros estas historias tan maravillosas!
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