Anoche caí en ello: es, a veces, frente a una copa de buen vino cuando se producen las más interesantes e inspiradoras conversaciones, siempre que uno sepa decir lo que tiene que decir y hasta dónde llegar diciendo. Descubres que frente a ti hay alguien con un timbre de voz que te resulta agradable -las más de las veces una mujer-, o que ahí está alguien que comparte contigo el tributo de la comicidad; en ocasiones, frente a frente de una copa de vino, hay una mirada que dice más que la voz -además las manos que sujetan la copa señalan lo dicho-. No es el caso de filosofar ni de recordar ahora conversaciones pasadas frente a un vino o un gin-tonic, se trata de que, a veces, el alcohol saca la sinceridad que algunos no tienen en condiciones normales: frases como 'me caes genial', 'vuelve a hablarme', 'tenemos tanto en común', 'has cambiado mucho', 'no dejes de escribir'... y así, nacen del momento, de la situación, del punto exacto; no sirve para olvidar: la conversación en copa sirve para tomar decisiones -la primera es no volver a tomar más vino que uno bueno-, para afirmar amistad o desistir de ella. Lo que pienso casi siempre es que una conversación en copa es cultural, porque de lo contrario no hablaríamos las más de las veces. Antiguamente nos lo tenían grabado a fuego: "in vino veritas".
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