España es un país de incrédulos... y es que el tiempo nos había susurrado al oído caerán. Volemos a un pasado de hace pocos años: allí ellos, pisando fuerte, con la arrogancia del poder y la soberbia de la ignorancia; aquí nosotros, pagando la crisis. Se les veía venir, el perfume que exhalaban ya olía a podrido y en el camino dejaron un reguero de gente útil, muchos de los cuales, sobrevenida la crisis, tuvieron que emigrar: ingenieros, arquitectos, profesores, médicos, enfermeras... gente normal, de esa de la calle, hijos del trabajo, gente que sabe qué es el mérito y el esfuerzo y que no llevan apellidos rimbombantes de familias de cuando las calles eran de tierra, ahí es nada. Tuvieron sus minutos de telediario; guapos, sonrientes, engominados, entaconadas... Pero nos lo decía el olfato, solo que alguna gente creía que el tiempo iba a fallar en este caso, pero se barruntaba: como aquella vez que esperaban que un mafioso de Chicago cayera por sus delitos y la pista estaba en los impuestos; ahora, sencillamente, era cuestión de mirar en otro lado, de preguntar a una víctima, porque esos individuos tan soberbios siempre creen que el que está enfrente es una mierda, hasta que acaban durmiendo en duro, lloren o no lloren. El tiempo es como aquel viejo de un pueblo de Castilla que salió y le dijo al nieto "cógete una silla y siéntate a esperar el cadáver de tu enemigo pasar por tu puerta, pero no te olvides la paciencia". Eso que Calderón llamó justicia poética; justo Calderón, el padre del conservadurismo español. ¡Qué cosas tienen en España!
1 comentario:
Eso esperamos q caigan porque hay q ver lo q cuesta caer a algunas 😉😘
Publicar un comentario