No sé si ya merece la pena -nos merece la pena a todos, puntualizo-, pero mientras el café sabe esta vez amargo y me acompañan unos versos de Gerardo Diego -tan identificado con él como he estado siempre- pienso en todas las cosas que se me quedaron por decir, algo así como emociones, sentimientos, identificaciones, reproches, indulgencias y toda clase de versos que no nacieron -y si nacieron, nadie los sabe-. Todos tenemos palabras que no dijimos, que no llegamos a decir de tan pensadas... de amor, de pasión, de reproche, de admiración; gente que se ha ido porque hemos tarifado, o hemos cambiado de ciudad, de abrigo, de pasión, de ideología y hasta de cama, pero con quien te ibas de viaje, de cafés o de copas... qué sé yo, esas cosas que tiene la vida, ese tiovivo en el que estamos subidos y que da vueltas cuando menos te lo esperas. Recuerdo ahora, justo ahora -hoy-, nombres y lugares en los que la vida transcurría al precio de confidencias, ilusiones, proyectos; aún parece que queríamos ser todo, hasta que decidimos ser nosotros. Lo que ocurre -tengo para mí- es que eso de mantenerse callado empieza a parecer poco provechoso: con el permiso de una mirada, o del vino que se nos sube, creo que nos toca ser sinceros y decirnos, no vaya a ser que el tiempo y el humo de las revoluciones nos lo impidan. Eso de callar está bien, siempre que no se oculten palabras de futuro, o intenciones de provecho. Ahora que, a estas alturas... Algunas cosas faltaron por decir, sí, a no ser que...
1 comentario:
Yo sigo esta teoría tuya e intento que no se quede nada en el tintero,decirlo y no dejar nada para un futuro incierto 😉Si se queda para tomar un café se queda!!!y se habla,se dice,se confiesa y nos damos la absolución 💋💋💋
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