Cuando entro a la tasca aquella y me lo veo hablando, así como si la verdad absoluta fuera de su propiedad, me entró un no-sé-qué y no pude callarme. Tiro la moneda allí, sobre el mostrador aquel de chapa pulida y pego la oreja a la conversación: que si el amor, que si el sexo, que si tanto y que si cuanto... Ahí, sí; en la barra del bar todos estamos listos para arreglar el mundo. El tipo aquel, que no sé cómo España va tan regular con tantos que saben tanto dentro de los bares y en las tertulias: 'ya lo dije yo', me decía uno el otro día. Yo nunca le oí ni media... En fin, este, que el amor, que el sexo, ahí se metió en el berenjenal y el del bar que si quiero otro vino y le digo pues oye, sí, ponme un Rueda de esos de ahí. Lo miro -al tipo cansino de la lección, claro, al del bar no- y le espeto: 'te quieres callar ya de una vez que como sigas va a llover, so enterao'. Te digo yo que se quedó pasmao, te lo digo; para verlo allí. Y se lo dije al lumbreras aquel: "mira el amor dura diez minutos y medio y no sé si el sexo algo más, pero como sepas hacer reír a la otra persona... eso dura, te lo digo yo, eso dura".
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