Algunos momentos los envuelve una oscuridad tipo película norteamericana de los cincuenta, cine noir total; quizás sea entonces cuando te das cuenta que no... Entras en un lugar, algo tarde, pides un café solo con mucho aroma y sabor como quemado para matar el frío y al fondo ves a alguien con quien has quedado, después de tanto. Rituales añejos: un hola, un cómo estás, un pues yo estudié cualquier cosa con la que ahora me gano la vida -pese a la que cae-; incluso hablas de que te separaste, o te dejó no sé quién, o fuiste tú quien rompiste lo que parecía atado y bien atado... qué sé yo. Esos momentos en blanco y negro que, mientras te pones la camisa en tu casa pintan bien y que cuando entras en el sitio -que parece que en la barra están Richard Burton y Elizabeth Taylor con un martini seco- te das cuenta que no, que eso no lleva a ningún lado y que estarías mejor en otra parte de la ciudad, con una tapa y un vino blanco. Como en aquella peli argentina en que el amigo le dice al detective "tiene mala música".
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