Tras los aplausos, entras en casa y te toca otro rato de apuntes, esa es la rutina. Más tarde, quizás, una peli y un rato de conversación virtual y, mañana, otro día más. Quizás dentro de un tiempo alguien, que no eres tú, lea este diario, pero mientras tanto te toca anotarlo, con esa sensación de estatismo y extrañeza que sólo una situación anómala produce. Y te enteras de mil detalles: la poeta autónoma que deja de ingresar dinero por un tiempo; tu compañera profesora de clásicas que se inventa refranes; la joven filóloga en parón intelectual, sin concentrarse apenas; otro inquieto enviando tutoriales para mil cosas, desde preparar croquetas caseras crujientes hasta realizar flexiones en el salón sin tirar los adornos del mueble de la tele; también quien te confiesa que su perra está como extrañada de verla todo el día en casa (creo que es prima de Rex o algo así); luego está la joven profesora de inglés que lleva un fotodiario; e igualmente la modelo extremeña cabreada de que la gente no cumpla las observaciones de las autoridades... Cada cual lo lleva como puede, más o menos. Antiguamente, si se producía algo así, después de echar la culpa a quien correspondiese te desvivías por saber dónde se hallaban los tuyos tras los toques de queda... por suerte, ahora todo se lleva mejor con lo electrónico. Cosa aparte es que algunos alumnos (en genérico) te digan que la situación es "rara", "un desastre" o "un agobio", lo cual hace que su juicio crítico sea de una asombrosa madurez. De momento, me quedo con la foto de hoy en el fotodiario... y mañana más.
Modelo: @freckledteacher
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