Demasiado ego -o el pavo subido, llámale como quieras- entre la gente. Da igual que sea Nueva York, Madrid o una ciudad de provincias: gente por encima del bien y del mal, a quienes si te pones has de sacar alfombra roja y ser tú quien se dirija siempre -ya te responderán si les da la gana, of course- y así continuamente. Gente meridianamente mediocre, prejuiciosa, juzgadora y vengativa; anteponen interés y creencias preestablecidas y... al final, la misma cantilena de siempre, de siglos vaya. Te paras a pensar que otra gente que vale algo se ha largado a otro país en busca de suerte, o es gente tímida o muy humilde en sus criterios... gente que quizás no se vea en esas mismas calles, gente menos bulliciosa, gente... al fin y al cabo. Egos que hay por ahí, improductivos e irracionales, gente que cree que su criterio está por encima del común: gente que no vota, por ejemplo, pero que critica... Egos, que no se acaban ni al final del año, como las malas hierbas. Rebeldía, pido -pedimos todos- y así cambiará todo, incluida esa gente.
25 de diciembre de 2015
19 de diciembre de 2015
Mar de dudas
Hay momentos en que la realidad y el deseo desaparecen; en que uno, esté donde esté, quiere que las cosas cambien. Caminas un día tú solo y te das cuenta de la monotonía, lo redondo, lo plano... pides que otras personas cedan, pero no lo hacen. Y tú; tú, francamente, te cansas de ser el primero que envía siempre señales de humo, el que pone el inicio de todo... te paras a pensar y dices... "joder, yo también quiero que me llamen". Es un ejemplo, nada concreto. Te ves peinando canas, cometiendo los mismos errores de siempre, deduciendo mal... Metiendo la pata, vaya. Y, a veces, mientras te pierdes en esos mares de dudas, la genialidad, la locura, la frescura, la metedura de pata, la sonrisa, la mirada, el eco, el suspiro, la carcajada, el momentazo de risa, la belleza, el beso, la tontería, el ánimo, el cariño, la espontaneidad, el mundo, la vida, la risa, el llanto, el grito, la chuche, el boli, el folio, el móvil, la foto, la inocencia, el frío, el calor... todo... está en otro sitio al que el mar de dudas no te permite mirar. Sólo que como lo sabes, al final cambias... y miras.
9 de diciembre de 2015
El teléfono de tu ex
Alguien
escribía en un periódico hace unos días que la gente tiende a guardar en el
móvil el teléfono de su ex y que lo peor es que la llamada aplazada se realiza después de un tiempo, con la normalidad de que
ese telefonazo siempre suele ser tenso y acabar mal. Yo no guardo; ni siquiera
en una agenda, a mano, no: a veces segundas partes pueden ser buenas, no lo
discuto, pero en estos casos en mejor el borrón y cuenta nueva. Creo que tendemos
a la sensación de que una segunda oportunidad la merece todo el mundo, de que
quizás el paso del tiempo pule y hace madura a la gente... No sé, no estoy
seguro de acertar o de equivocarme: sencillamente me guío por una costumbre,
que no sé si me ha ido bien o mal, pero al final costumbre. Resquemores,
negativas, tensión ─cuando sale mal, of
course─, pero es verdad que el tiempo y la distancia lo pone todo en su
sitio. El artículo del periódico filosofaba sobre tener el teléfono de la ex
pareja ahí, de la tentación de llamar o de quizás llamar ─fijo que hay gente
que llama estando pedo─. No, no me cuadra. La segunda oportunidad, una segunda
parte, dicen... me paro, pienso y digo en voz alta: “¿Y quién narices me ha dado a mí alguna vez una segunda oportunidad o el
beneficio de la duda?”
5 de diciembre de 2015
The girl
Una y otra vez, la Musa (the girl, quizás...) va y viene, dejando rastro: hojas llenas o vacías, historias que culminan o no; letra o silencio, quizás. El arte de la memoria y de la inspiración: cada obra, cada artista, con su creación, con sus manías, con sus temas, con sus añoranzas. Una imagen que va y viene, una Musa -insisto-, que está ahí presente, recurrente, palpitando tras lo que se crea -lo que yo creo-, lo que se escribe. La gente que duda sobre si será o no será real y si tiene los rasgos que aquello que se escribe dice. Hay días que ni siquiera yo lo sé: tanto nos inspiramos e idealizamos que, a veces, la ficción supera a la realidad. Pero sí, creo que sí está ahí, más o menos presente -o ausente, según el momento- y cada historia que brota lleva su nombre, su sonrisa, su piel, sus ideas, sus palabras, su caminar, su acento... lo suyo.
28 de noviembre de 2015
Claudia
A veces me pregunto por qué me lee; si acaso es porque lo que digo lo comparte o, únicamente, porque le gusta... No lo sé. La primera vez que la vi me pareció que decía mucho con su mirada, que sabe mirar mientras te habla -y eso que ya hace muchísimo que no la veo-. Después, cuando la sigues por alguna red social, descubres que tiene una sensibilidad especial para elegir los temas y, sobre todo, para subir sus fotos: siendo sincero, aparece en todas con un brillo especial, supongo que es fruto de su magnífica juventud, que queda lejos para otros. Alguna vez he pensado cuál fue la historia que le hizo acabar aquí, procediendo de otro país que yo aún no conozco; y hay otros momentos en que me pregunto si acabará o no allí, en Rumanía, o volará tan lejos que habrá un momento en que los que alguna vez nos hemos cruzado con ella no sepamos nada, e incluso Claudia se olvide de quienes fuimos en este lugar y en este tiempo. Hay personas que no sirven para materia lietaria y, sin embargo, ella daría para una novela entera: más por lo que desconocemos de ella que por lo sabido.
22 de noviembre de 2015
Sueños de medianoche
Los sueños imprevistos, como son los sueños, tienen la desventura de atenazarme. A veces, aparecen personas que veo cada día o con quienes hablo, e incluso tomo café con ellas, qué sé yo; en otras ocasiones, gente que no conozco de nada y, alguna que otra noche, alguien que no atino a describir, alguien que podría ser o que... sólo es un sueño, ¡menuda obviedad! Tengo por costumbre despertar de esas sesiones totalmente desnortado, aturullado y en la penumbra de la duda entre si se cumplirá o no, que eso es cosa de expertos en los sueños. Hay momentos en que soñar con ella o con quien sea, a pesar de que hay un porcentaje alto de irrealidad que te cagas, me deja sin fuerzas: es eso que te despiertas mil veces, que das mil vueltas en la cama, que no descansas y... ¡zas!, suena el despertador. Anoche, sin ir más lejos, se acerca alguien, enfundada en su abrigo, guantes y bufanda; se sienta junto a mí y, de repente y sin venir al caso, me suelta: "anda, dame el beso que me debes hace tiempo..." Y te quedas a cuadros, flipando.
10 de noviembre de 2015
Mejillas coloradas
Aunque
el Sol ya estaba casi alto, la mañana estaba resultando fría. A mi alrededor
iban y venían alumnos de varios institutos de la ciudad, pero de repente ella
estaba allí: caminaba detrás de mí, asiendo en su mano derecha un maletín,
supongo que lleno de apuntes, de exámenes, de listenings y cosas así... Al
principio, el frío no me permitió distinguirla bien, ya que yo luchaba porque
mi naricilla mantuviese una temperatura superior a los 36 grados; vamos, que no
se me cayese el moquillo… cuando mi cerebro respondió, algo después, me caí en
la cuenta de que era la muchacha sonriente que siempre camina a doscientos por
hora, que te dice las cosas con su acento murciano (que evoca recuerdos y
palabras: aún creo que la estoy oyendo decir, con su sonrisa, que ella dice ‘leja’
en lugar de ‘balda’) y decido esperar su paso. Nos saludamos y ella sigue
rápida a mi lado porque quiere llegar pronto, aunque es mucho antes de lo que
ella se imagina. Entonces la miro fijamente y me doy cuenta de que tiene las
dos mejillas totalmente rojas, encendidas como las de Heidi y me doy cuenta al
mirar su rostro de que, además de ser de la cálida Murcia, la chica es
enormemente joven.
7 de noviembre de 2015
Un cuerpo al que abrazar
Marian pensó que todos los días son iguales a veces, que la rutina la atenazaba en el trabajo y en casa, soportando a un marido que necesitaba olvidar y saliendo a pasear cada tarde con una hija adolescente y gruñona a la que adoraba. Algunas veces le venía a la mente ese otro chico de su juventud que ahora veía más a menudo, porque su compañía tenía instalada la oficina al lado de la compañía en que trabajaba Marian, la chica guapa de Iowa. Algunas veces había dejado de responder los whatsapp del muchacho, atenazada por la duda moral de engañar a un marido que, sinceramente, hacía tiempo que no amaba. Una de sus amigas la animó, diciéndole que todos tenemos derecho a una segunda historia, a romper con la monotonía y a vivir un poco. Y lo hizo. Aquella tarde fue maravillosa, con aquella cena que él preparó y que le recordaba los años en que un hombre cocinaba para ella, tiempo atrás; la noche, además, fue extraordinaria y el día siguiente sobre sí misma no hubo sombra de duda ni temor. Ya que una elije un cuerpo al que abrazar, al menos que el cuerpo te devuelva el abrazo.
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