Durante mucho tiempo soñé
con una mujer así. Siempre era una joven morena, de cabello rizado, con una
sonrisa que dejaba entrever unos dientes perfectos; un rictus de hermosura y
unas palabras que decían algo ininteligible. Un sueño con una mujer soñada. Algunas
veces hablaba conmigo y pronunciaba frases que soy incapaz de recordar, del
mismo modo que no sé si aquellas ensoñaciones eran en blanco y negro o a color.
Me dijo un médico que podía ser fruto de la Dormidina o de los barbitúricos
que, por aquella época, ingería para adormecerme. Lo dudé siempre. Una mujer
recurrente siempre es fruto de la verdad, de algo vivido que no soy capaz de
explicar pasado el tiempo. La vida es así de compleja. Una mañana, cuando vivía
cerca del Madison Square Garden vi por la cristalera de un Starbucks a una
muchacha que se asemejaba a ella y pensé, por un momento, que mi sueño se había
hecho realidad.
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