Para Alexandra
La verdad es que algunas veces las cosas
pasan demasiado rápido y uno tiende a racionalizarlas algún tiempo después,
aunque a decir verdad he conocido a gente que no las ha asumido nunca: como esa
gente que guarda eternamente rencor por algo. Simplemente con que alguien te
diga que otro alguien te guarda rencor la cosa asusta, ¿o no? Me da igual. Pero
el caso al que voy es verídico y reciente. Algunas tardes al mes trabajo como
asesor en una compañía de Brooklyn en donde un grupo de reputados sicólogos pasa
consulta. Mi misión allí es elaborar estadísticas e informes. Como dicen los
chavales de los institutos, fliparías si te diera las estadísticas. Una de
ellas, para abrir boca, es que los que se casan en segundas nupcias y por lo
que sea prorrumpen en adulterio suelen hacerlo con la primera pareja, por eso
he empezado diciendo lo de que es difícil asumir ciertas cosas. El caso es que
una tarde se presentó en la consulta una antigua novia mía; una de esas mujeres
con las ideas claras y un futuro prometedor: de esas que te dejan porque ni
entras en sus planes ni les sirves para ellos. A mí, plin. Me saludó, entró en
la consulta y al salir se despidió: no me reconoció o quiso evitarme, allá
ella. Cuando Helen salió y me pidió la redacción (confidencial, aclaro) del
informe me contó el problema: ansiedad provocada porque su actual pareja la
había dejado. En ese momento abrí la ventana, miré al frente impasible y grité
con todas mis fuerzas: “¡jódete cabrona!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario