En la compañía de seguros yo
era el último pringado al que le tocaba realizar las tareas que nadie aceptaba,
de tal suerte que era el jefe el que me las imponía. Así que un mes de
noviembre o diciembre de hace unos años, no sé cuál, me metí en el Ford
desvencijado y con problemas de embrague y tuve que ir a Montana a buscar al
viejo Will Mayers para darle los 250.000 dólares de su plan de pensiones. El
viejo Willy era un tipo solitario, granjero que no tenía internet ni teléfono
ni televisión: únicamente leía de vez en cuando el periódico local con las
estúpidas noticias de allí y si le remitías una carta nunca respondía. Por eso,
imagino que entenderán, tuve que ir con el cheque hasta Montana. No era caso de
que los 250.000 dólares se perdieran por el camino y la compañía tuviera que
correr de pleito en pleito. Ya se sabe cómo son los Estados Unidos de América.
2 de mayo de 2012
"El viejo Willy de Montana"
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