Detrás de estas historias hay una mujer, existe una Niña Mala que tiene cara de ángel y cuerpo de pecado mortal. Detrás de muchas historias es Ella la que aparece y desaparece, quien las genera y la que las destruye; es, en esencia, el ser humano que pone a todo esto cara y sonrisa y pensamiento e inspiración y literatura y poesía... Hasta que un día se sublevó y dejó de ser ella; fue entonces cuando el escritor que llevo dentro se dio cuenta que tenía vida propia y que se entrometía en mis sueños y en mis decisiones y dejó de estar detrás de esas palabras escritas negro sobre blanco con pretensión de sueño; mujer fatal, Niña Mala, Ella... como sea, toda su esencia en cada historia y dejó de ser: me enfadé, me sublevé... Hasta aquella mañana. Salí a la calle con la intención de tomar un café y con la esperanza de no encontrármela en ningún recoveco de los que frecuento. Necesitaba ser independiente, que todo lo que de ella me atrae y me atrapa no fuese... que mi libertad creativa brillase en mí mismo y en mis historias y, sin embargo, la realidad supera al deseo: apareció vestida de negro, aderezada de una sonrisa. Me armé de valor y le dije: "ahora eres la Mujer de Negro, ya nunca la Niña Mala". "¡Qué fuerte!", fue su respuesta. Y sigue detrás de todo aquello que pasa de ser un acto cotidiano a un relato sustancial; como Gala para Dalí,; como Anna para Toulouse-Lautrec; como Dulcinea para Don Quijote. Si no fuera así, la verdad (aunque la rechacemos) es que ni Ella ni yo existiríamos. Por mucho que pase el tiempo; por mucho que caminemos juntos o separados; por mucho que nos agrupe o nos divida el destino: Ella es la Mujer de Negro y yo quien la ha creado y está detrás. Sueños de literatura, sólo realidades de metáfora. Toda ella detrás y yo en Ella.
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