Una vez vi a Isabella llorar. Fue en el cine y lo hacía por impotencia; la impotencia de ver cómo la prepotencia no caía y quienes se alzaban contra ella perdían la batalla; por poco tiempo, es cierto, pero la perdían. A veces tienes que ver cómo pierdes algo querido o que anhelas para darte por vencido y es entonces, quizás, cuando nacen esas lágrimas, que no son de tristeza, sino de impotencia; de lo que pudo haber sido y no fue. Nos han educado a todos a no llorar y sentimos vergüenza al hacerlo. Bueno, el chico que yo me sé y del que refiero esta historia no; él no siente pudor por llorar: llorar dignifica, llorar es sano, llorar es útil, llorar es un buen ejercicio de humildad. Ya digo: cuando vi por vez primera llorar a Isabella Drischel, con esa carita inocente y aquel peinado de los años treinta, sentí la misma impotencia que el personaje que interpretaba y sentí las mismas ganas de llorar que ella. A veces eso es bueno; otras, no tanto; al final, te dignificas y más tarde te das cuenta de que eres tú mismo. Eso sí, hay cosas y hay personas por las que es mejor no llorar jamás.
1 comentario:
Pues mi madre piensa lo mismo que ese chico: que llorar es bueno. No significa que tengas que estar llorando siempre, claro está, pero no hay que avergonzarse por llorar. Y las personas que no lloran, al final, acaban siendo las más débiles.
El final de este cuento es magnífico. "A veces eso es bueno; otras, no tanto; al final, te dignificas y más tarde te das cuenta de que eres tú mismo. Eso sí, hay cosas y hay personas por las que es mejor no llorar jamás."
Un besazo, Paco:)
M.
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