La lluvia resbala en mi rostro mientras te veo desaparecer en la lejanía, sobre tus pasos; esta vez, además, no hay despedida. Hay días que sentimos en soledad: como en esas fotografías en que las chicas corren bajo la lluvia; como los pasos que define un escritor, mientras tú te marchas; como la mitad de las historias, que se quedan en nada; como casi todos los silencios de la gente, que dicen sin gritar; como las promesas que siempre hemos cumplido... Lo peor de ser escritor y ponerte aquí y ahora es no ver tu rostro mientras escribo, por mucho que te imagine y te dibuje y te ponga epítetos si se trata de un poema... En mi maleta voy poniendo algunos recuerdos tuyos, junto con mis notas: quizás cuando, cada mañana, desayune en un Starbucks y mire hacia la calle, te vea caminar, a ti en otras o simplemente a ti en ti... seguiré tus pasos en la literatura. Pero se nos presenta un grave contratiempo, porque hace tiempo que decidí no despedirme jamás de cierta gente, así que no dejes de mirar a tu alrededor porque quizás me veas sentado al fondo, sonriéndote, con un whisky en la mano; al fin y al cabo, la culpa es tuya por haberte puesto en mi camino.
2 comentarios:
Normal. Las personas que conocemos son parte de nosotros, el adiós nunca es definitivo. Siempre estará en ti.
M.
El adiós es definitivo para poder vivir, a veces; otras uno no debe alejarse de ciertas otras personas...
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